Existen varios tipos de silencio:
1.
Silencio Ambiental: Si
el ambiente es todo lo que nos rodea (cosas, objetos, personas,
estímulos sensoriales: ruidos, voces, olores...) y la atmósfera (ambiente de
paz, confuso, agitado...), en el primer silencio se trata de dominar el
ambiente, retirarse de él,
para facilitar el fortalecimiento interior. A este nivel, el silencio se
confunde con la soledad y el aislamiento.
En
la tradición cristiana, el silencio ambiental se llama “retiro”, en su
sentido de un “alejarse”,
“tomar distancia de la cotidianidad”, “hacer un alto en la vida”,
“emprender una introspección que nos coloca frente a nuestro Yo, “un descanso”,
“un fomento de la espiritualidad”. El retiro es una necesidad-obligación, para mejor vida. Se llama
también “ejercicios”, en su sentido de “dedicación”, “esfuerzo”, “tarea –
lucha”, para mantenerse bien, sano, en buena condición. Es un tipo de gimnasio del alma, para desarrollar
los músculos espirituales. Es el remedio contra la anorexia espiritual que es la “falta de
apetito que lleva a enflacar tanto hasta morir”.
En el lenguaje bíblico, se llama “desierto”, un lugar de la confrontación y
de lucha, donde el hombre encuentra a su Dios, como el río encuentra a su
manantial, para que le diga su nombre verdadero, su misión en la
existencia. El desierto es una ubicación necesaria para emprender la peregrinación
hacia la Felicidad – Libertad – Tierra Prometida.
Sin embargo, siendo importante, la soledad es ambigua.
Puede ser a la vez, para evadir o para buscar la comunicación. Lo que ayuda a deshacer esta
ambigüedad es la asunción de los otros silencios.
2.
Silencio Corporal. Se
trata de la relajación muscular y del aquietamiento del sistema nervioso.
El segundo silencio se
produce en los nervios y en los músculos que son el componente principal de
nuestro cuerpo. Es importante en la salud y en el progreso espiritual. La respiración y la relajación
son las puestas de la vida interior. La relajación, prolongación y
profundización de la desconexión del ambiente, es importante para el recogimiento y para el despertar.
3.
Silencio Afectivo. Es
la pacificación progresiva de la persona, la liberación de la ansiedad, el
sentimiento de plenitud y bienestar interior, y de profunda armonía interior.
El silencio afectivo es la
paz, armonía, pacificación, serenidad, integración, orden interior, equilibrio,
curación... Ellos no son ausencia de la afectividad, son la afectividad
cuando se ha silenciado. “Es
aquella paz que no se entiende”.
4. Silencio Mental: Es:
- El
arte de cultivar el pensamiento positivo, destruyendo el negativo. Dice
Swami Sivananda: “la cara
es el espejo del alma. Cada pensamiento produce una señal profunda en la cara.
Un pensamiento divino la ilumina, un pensamiento malo la oscurece” . Los
pensamientos negativos (de ansiedad, miedo...) envenenan la vida, envenenando
su fuente, la mente; son
fuerzas espantosas que destruyen las energías vitales en su misma raíz.
Pero, los pensamientos positivos (alegría, gozo, contento, optimismo, valor,
sonrisa...) aumentan inmediatamente la capacidad de multiplicar indefinidamente los poderes de la mente.
El cuerpo está sano si la mente está sana. El pensamiento es creativo. El positivo crea, construye el
mundo. El negativo destruye y tiene capacidad autodestructiva. El
pensamiento es un boomerang: un
pensamiento negativo es maldito. Daña al que lo ha enviado. Daña después
a la persona a la que se dirige. Finalmente daña a la humanidad entera. Si quieres
mejorarte, cultiva pensamientos puros, divinos. Por medio de
pensamientos positivos de paz, amor, y bondad, puedes vencer todos los
obstáculos: el miedo, el odio, y la maldad .
- El observar sin pensar, observando como un espectador
silencioso cuanto va ocurriendo a fuera y dentro de uno. Se trata de ser
perceptivo, sin juzgar ni comprometerse.
CONCLUSIÓN
El
corazón conoce lo que la lengua nunca podrá proferir, y lo que los oídos jamás
podrán escuchar (Gibran) Hoy en día, se pretende acabar con el silencio, hacerlo desaparecer.
Al hombre le da miedo el
silencio, le provoca escalofríos, pues lo obliga a dar cuenta de sí mismo.
Y eso lo inquieta. Sin embargo, lejos de ser un enemigo, el silencio debe ser acogido como el mejor
aliado del hombre hoy. El silencio nunca es una actitud egoísta; el verdadero es presencia, no
ausencia; fuente de energía e irradiación no ensimismamiento; despliegue no
repliegue. En efecto, para
derramarse, es indispensable primero llenarse. El silencio no es una amenaza, sino un excelente
lugar de encuentro y conexión con lo más profundo de nuestro ser. Sólo así, podremos ir al
encuentro con el otro, amándolo con un corazón indiviso, no disperso.
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