La
verdadera comunicación genera un sentido de unión que trasciende todo límite
psicológico o geográfico, toda frontera étnica o personal, especialmente con
las modernas tecnologías que facilitan, en apenas segundos, el intercambio de
informaciones desde los más distantes hitos del globo terráqueo. Con la fluidez del agua, aparecieron la magia del chat, de las redes
sociales y del correo electrónico.
Sin comunicación, no hay civilización posible;
implica la comunión de los polos semejantes y contrarios; el mestizaje de las
ideas, sean opuestas o afines; la evolución del ser singular en la plural
riqueza del colectivo; la plena expresión de nuestros afectos y opiniones; la
empatía de reconocernos en el Otro y que ese Otro se reconozca en nosotros.
La verdadera comunicación genera un sentido de
unión que trasciende todo límite psicológico o geográfico, toda frontera étnica
o personal, especialmente con las modernas tecnologías que facilitan, en apenas
segundos, el intercambio de informaciones desde los más distantes hitos del
globo terráqueo.
Desde un punto de vista espiritual, la comunicación es la expresión
audible, mental o escrita de nuestra relación unificada con el Creador.
La verdadera comunicación –emanada del Yo Superior que habita en cada uno de
nosotros- nunca separa, siempre une.
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