Sin un despertar de
conciencia una de las tareas más difíciles para el humano es manejar poder con
humildad.
Y no es que el poder sea malo (de hecho, nada lo es), es que al ego le encanta aparentar, dominar e imponerse.
El ego es el yo con orgullo y en sus delirios cree que tiene la razón y que todo debe girar en torno suyo.
Entonces el mal uso del poder genera conflictos, injusticias, disensiones y tritura un valor llamado unidad.
La palabra humildad viene de la raíz latina “humus” que es lo mismo que tierra orgánica, o sea, invita a no levitar con jactancia.
Invita a que tengas los pies en la tierra y no vueles arrogante en el espacio engañoso de las lisonjas y la adulación.
No ames el poder, ama el servicio que con él puedes prestar, porque sin amor hasta el poder religioso causa estragos.
Jeshúa en su infinita sabiduría fue humilde y siempre exaltó esta virtud, consciente de que solo con ella el amor brilla.
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