La
paciencia es tu manantial de paz y tu faro cuando las penas te dejan en el
suelo.
Para
ser paciente cuida tu espíritu, ora, medita, vive con Dios
y afianza cada día tu fe.
Cree
de verdad que todo en la vida tiene un sentido
y es un aprendizaje pasajero para el alma.
Decreta esto: "No me engancho con lo negativo y estoy
sereno cuando otros se descomponen".
Piénsalo y así será si lo asimilas y
además vives en constante
sintonía con Dios y tus ángeles.
Sé
paciente contigo mismo y te será más fácil aceptar las fallas de los demás y las
contrariedades.
Tiende a lo mejor, pero no caigas en la
trampa de un perfeccionismo tensionante y odioso.
Haz tuya la conocida afirmación de
Santa Teresa de Jesús: "La paciencia todo lo alcanza".
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