La
felicidad es un estado del alma, es un reino al que solo llegan los que aman y
son conscientes y transparentes.
La
alegría es diferente y momentánea ya que es el gozo pasajero por algo
positivo que vives o experimentas.
Es
una emoción placentera, una sensación agradable ante una
vivencia favorable como un
éxito o un logro.
La
alegría y el placer te acompañan por un momento del viaje,
pero la felicidad puede
estar contigo todo el camino.
La
felicidad verdadera brota de tu interior, de la conexión
amorosa con tu esencia, con
Dios y los demás.
El
placer nace de la satisfacción de una necesidad y puede
ser físico, intelectual, siquico o lúdico.
Físico
cuando comes, bebes o disfrutas el sexo; intelectual ante
lo que conoces y te agrada. Síquico ante buenos recuerdos o el humor.
Lúdico
ante un triunfo en el juego. La felicidad va más allá y no
es tan momentánea. Es un
estado del ser que brota del amor.
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