Nos
adentramos en el cerebro humano. Un estudio ha revelado cuál es el género más
egoísta.
Las
mujeres son más generosas que los hombres, eso han evidenciado los experimentos
conductuales hechos hasta el momento. Ahora, un equipo de investigadores
de la Universidad de Zurich (Suiza) ha demostrado que los cerebros femeninos y masculinos procesan el
comportamiento prosocial y egoísta de manera diferente. Para las
mujeres, el comportamiento prosocial desencadena una señal de recompensa más
fuerte, mientras que los sistemas de recompensa masculina responden más
fuertemente al comportamiento egoísta. Se trata del primer estudio que prueba que los cerebros de
los hombres y las mujeres responden de manera diferente al comportamiento
prosocial y egoísta.
En un experimento de doble ciego diseñado para
identificar si las diferencias en la química de nuestro cerebro podrían ayudar
a explicar la generosidad, los científicos restringieron los receptores de dopamina
(que ayuda a comunicar el placer y la recompensa) en un grupo de 55 voluntarios
(27 mujeres y 28 hombres) y
observaron su reacción cerebral al otorgarles una suma de dinero.
Concretamente, los voluntarios fueron distribuidos
aleatoriamente en dos grupos antes
de inyectarles el sipresor de dopamina o el placebo.
A continuación, tuvieron que llevar a cabo dos tareas.
Primero, podían optar por dos posibilidades: quedarse con una gran cantidad de francos suizos en la
mano, u obtener una recompensa menor compartida con un amigo o con el grupo.
En la segunda tarea, al participante se le ofreció la entre una pequeña
recompensa ahora y una mayor recompensa si esperaba 90 días. Una vez evaluados,
los dos grupos fueron intercambiados.
El cerebro femenino reacciona mucho más al comportamiento prosocial que el cerebro masculino
Los resultados
Al tomar el placebo, las mujeres del estudio eligieron compartir con los demás el 51% del tiempo. Los hombres, por otra parte, hicieron esto en apenas un 40% de las ocasiones. Con el bloqueador de dopamina, las mujeres redujeron este porcentaje al 45%. Los hombres, fueron un poco más prosociales sin la dopamina, pues compartieron su dinero con los demás en el 44% de las veces.
El estudio indica que, en una división de género de los
participantes varones o mujeres, podría haber diferencias en cuanto al
neurotransmisor que los
empuja a ser un poco más cariñosos y generosos.
Limitaciones
No está claro si esta diferencia extraída del estudio podría emerger de las variaciones en nuestros cromosomas, o si se trata de un comportamiento aprendido y forjado por décadas de condicionamiento social.
Además, un grupo de 55 personas es también un tamaño de muestra bastante pequeño, y las diferencias -aunque interesantes- no fueron exactamente abrumadoras.
Pese a ello, las conclusiones plantean algunas preguntas fascinantes sobre los
límites de la toma de decisiones y la influencia del género. A lo largo
de la historia, los científicos han debatido las características que separan a
hombres y mujeres y se han preguntado cuánto de ellos pertenece a la propia
naturaleza y cuánto está sujeto a cambios. Experimentos como éste ofrecen herramientas para estudiar
la neuroquímica detrás de los comportamientos pro y antisociales, por lo
que pronto podremos entender mejor las sutiles interacciones de la genética, la
cultura y la anatomía.
El cerebro femenino reacciona mucho más al comportamiento prosocial que el cerebro masculino
Al tomar el placebo, las mujeres del estudio eligieron compartir con los demás el 51% del tiempo. Los hombres, por otra parte, hicieron esto en apenas un 40% de las ocasiones. Con el bloqueador de dopamina, las mujeres redujeron este porcentaje al 45%. Los hombres, fueron un poco más prosociales sin la dopamina, pues compartieron su dinero con los demás en el 44% de las veces.
Limitaciones
No está claro si esta diferencia extraída del estudio podría emerger de las variaciones en nuestros cromosomas, o si se trata de un comportamiento aprendido y forjado por décadas de condicionamiento social.
Además, un grupo de 55 personas es también un tamaño de muestra bastante pequeño, y las diferencias -aunque interesantes- no fueron exactamente abrumadoras.
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