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Nunca te des por vencido si sientes que aun
puedes seguir tratando.
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Hasta la belleza cansa.
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A quien tienes que dar la cena, no le quites la
merienda.
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A jugar y perder, ganar y callar.
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Bien haya quien a los suyos se parece.
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Ya muy viejo Salomón, de un niño tomó lección.
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Pájaros de un mismo plumaje vuelan juntos.
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Es costumbre de villanos tirar la piedra y
esconder la mano.
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Unos por otros, la casa sin barrer.
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Todos los plazos se cumplen.
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La verdad a medias es mentira verdadera.
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Nunca creas que lo evidente sea la verdad.
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Agosto, frío el rostro.
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Trabajando por cuenta ajena, poco se gana y
mucho se pena.
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De lejos parecen y de cerca son.
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Marido rico y necio, no tiene precio.
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Si cultivas tu talento cuando joven, cuando viejo
vendrá tiempo que te alegres con extremo, más si tratas con desprecio tu
fortuna, cuando viejo serás necio y enfadoso.
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A más doctores, más dolores.
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Al dedo malo, todo se le pega.
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Los pecados son de los hombres, no las
instituciones.
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Este dicho lo dijo Valentín y ni cuenta me di.
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Aire de Levante, agua delante.
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Piensa el ladrón, que todos son de su condición.
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Lo que se han de comer los gusanos, que lo
disfruten los cristianos.
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Acoge lo provechoso, y no admitas lo dañoso.
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Pluma a pluma se queda el gallo sin ninguna.
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Cada cual se cuelga lo que mata.
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Al espantado, la sombra le basta.
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El diablo, harto de carne, se metió fraile.
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Una escoba ataviada, por dama hermosa pasa.
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Nunca le hagas a nadie, lo que no te gusta que te hagan a ti.
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No cambies de caballo, cuando estés cruzando un río.
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Dios no le da problema a nadie que no pueda
resolverlo.
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Amor no es quien enciende la flama en el
corazón, sino la pareja que mutuamente la mantiene viva.
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La lengua, aunque no tiene huesos los quiebra.
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Quien se encuentra un amigo, encuentra un tesoro.
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Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón.
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Amanecerá y veremos, dijo un ciego, y amaneció y no vio.
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Bien juega quien mira.
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La costumbre hace la ley.
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La obra bien hecha, a su autor recomienda.
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Antes mujer de un pobre, que manceba de un
conde.
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Aunque las sillas hayan cambiado, los asnos
siguen siendo los mismos.
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El que la hace, la paga.
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Tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe.
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