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¿QUÉ ESPERAR DE LA MEDITACIÓN?

 

Meditamos para adiestrar la mente en la quietud y para acostumbrarla al silencio
 
Muchas personas comienzan a meditar esperando obtener los beneficios pregonados por los medios, por los incontables libros sobre el tema y por las escuelas dedicadas a su propagación. La mayoría de tales beneficios son reales y muchos han sido confirmados por estudios académicos.
 
Sin embargo, no debemos perseguir los ‘resultados’ positivos de la práctica meditativa. Por el contrario, tenemos que meditar con el simple fin de observar los ruidos ‘en nuestra cabeza’, mientras sostenemos la atención en el cuerpo, las sensaciones o los estados mentales, sin expectativa alguna de logros. Con esta aproximación, ‘entrenamos’ nuestra mente para el silencio interior y la atención permanente.
 
La meditación ha de efectuarse entonces sin esperar retribución alguna. No existe misterio alguno en su ejercicio y no hay necesidad de maestros iluminados, mantras apaciguadores o camándulas hindúes (malas) que nos apoyen en la concentración… Solo tenemos que sentarnos en silencio, unas cuantas horas por semana, en actitud pasiva y sin juicios de ninguna índole, a observar la experiencia. La meditación del Buda conduce, con un método direccionalmente similar, a las repetidas recomendaciones de fluir con la vida y permanecer en el presente.
 
De la misma forma, también la oración debería ser desinteresada, sin implorar favor alguno, como lo aconsejó Santa Teresa de Jesús, la religiosa española del siglo XVI. En los rezos de la mayoría de los credos existen, como especies de focos rituales, divinidades, profetas elegidos, aperturas hacia paraísos y evasiones de castigos. El foco mental de Santa Teresa era una imagen de Jesús, a quien ella le hablaba y de quien ella ‘recibía sus respuestas’.
 
“Para fluir con la vida, sea auténtico”, repiten los textos del crecimiento personal. ¡Consejo errado! No podemos fluir con la vida ni ser auténticos mientras los condicionamientos ‘codificados’ en nuestro cerebro —los deseos desordenados, las aversiones, las opiniones sesgadas, según el Buda— sean los factores escondidos que controlan nuestra conducta.
 
Los deseos desordenados (avaricias, adicciones, ambiciones compulsivas…), las aversiones (fobias, odios, antipatías…) y las opiniones sesgadas (políticas, religiosas o raciales) son los condicionamientos que ‘manejan nuestras riendas’ y toman nuestras decisiones, sin que siquiera nos demos cuenta. Por esta razón, no logramos retener la cuchara cuando ya estamos llenos ni rehusar el segundo trago ni olvidar las ofensas de quien nos ha agraviado.
 
Solo lograremos ser espontáneos cuando actuemos desde una mente cuyos condicionamientos han sido silenciados; es aquí donde ayuda, y de manera notable, la meditación silenciosa. Su práctica nos apoya en la concientización y el control de nuestros condicionamientos. Entonces sí podremos fluir con la vida… Es imposible ser espontáneo y permanecer en el presente a pura fuerza de voluntad.
 
¿Cuánto tiempo debemos meditar? Ni tanto que implique enclaustrarnos en algún monasterio ni tan poco que sea insuficiente para ‘reajustar’ nuestro cerebro condicionado. Todos los apegos, todas las aversiones y todas las opiniones sesgadas están codificadas en el ‘software’ cerebral.
 
La meditación, por sí misma, es el objetivo; no persigamos nada. Meditamos para adiestrar la mente en la quietud, para acostumbrarla al silencio y para mantenernos atentos al aquí y al ahora. El meditador no debe tratar de ahuyentar o deshacerse de los condicionamientos a punta de disciplina… Simplemente debe dirigir su atención a su cuerpo, a sus sensaciones, sus pensamientos, o a sus estados mentales… Así los condicionamientos se aplacan, se diluyen y desaparecen.
 
Con la meditación continuada, nuestro computador cerebral comienza a reaccionar a los condicionamientos dañinos, en tiempo real, (utilizando una expresión de la tecnología también aplicable a la computación cerebral).
 
En resumen: meditamos para adiestrar la mente en la quietud y para acostumbrarla al silencio. De aquí provienen todas sus ventajas. ¿Cuál es el aliciente más importante? El fortalecimiento de la atención permanente en la vida rutinaria. Los demás beneficios vendrán por añadidura.


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