Hace
años que se conoce la estrecha relación entre la alimentación y la salud. Los
alimentos contienen nutrientes que son esenciales para el mantenimiento de la
vida y la obtención de energía. Gracias a esta última podemos llevar a
cabo las diferentes actividades a lo largo del día. Ahora bien, el consumo excesivo de ciertos
nutrientes promueve el desarrollo de determinadas patologías.
Los
nutrientes no son los únicos compuestos que contienen los alimentos. Hay
algunos que se comportan como sustancias tóxicas o tienen actividades
antinutrientes. Otros
pueden ser beneficiosos y son clasificados como compuestos bioactivos.
¿Qué
es un compuesto bioactivo y dónde lo podemos obtener?
Un componente bioactivo de un alimento es aquel que aporta un beneficio a la salud. Una ventaja más allá de las consideradas como nutrición básica. Ahora bien, no son nutrientes.
Esto implica que no son esenciales para la vida.
Los
compuestos biactivos se encuentran en pequeñas cantidades en los alimentos.
En los de origen animal están presentes, entre otros, los ácidos grasos omega-3 del pescado o el ácido
linoleico conjugado de la carne de rumiantes y de los productos lácteos.
También la luteína de la
yema del huevo o los péptidos lácteos.
Sin embargo, estos componentes se encuentran en mayor
medida en los alimentos de
origen vegetal en forma de fitoquímicos, compuestos químicos producidos
por las plantas.
Diferentes
clases de fitoquímicos
Existen diferentes tipos de fitoquímicos. Entre ellos, los fitoesteroles, que se encuentran en los vegetales de hoja verde, en frutos secos, en semillas o en legumbres. También los polifenoles, presentes en frutas, como las uvas y los cítricos; en verduras, como la remolacha y berenjena, o en legumbres como las lentejas.
Otro ejemplo son los terpenos, que destacan en los vegetales de hoja verde
y en los productos derivados de la soja. Finalmente, los tioles,
mayoritariamente en vegetales crucíferos como el ajo y la cebolla.
Pero no solo los fitoquímicos forman parte de los
compuestos bioactivos. Existen otros componentes que también se incluyen en
este grupo. Son, por ejemplo, la fibra dietética, los prebióticos y probióticos y las vitaminas y minerales.
¿Qué
tienen de especial los componentes bioactivos?
Las funciones que se les atribuyen a los compuestos bioactivos son muy variadas. Destacan, por ejemplo, las propiedades anticancerígenas y de prevención de enfermedades cardiovasculares, atribuidas a los ácidos grasos omega-3 y al ácido linoleico conjugado.
También
son importantes los beneficios antioxidantes, antihipertensivos,
antiinflamatorios e hipocolesterolemiantes de los fitoquímicos. Por no
hablar de los efectos antimicrobianos, antihipertensivos, antitrombóticos,
inmunomoduladoras y de transporte de minerales a los péptidos lácteos.
En conjunto pueden ser de gran utilidad en la prevención
de enfermedades no transmisibles, como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
Los componentes bioactivos forman parte de nuestra dieta
habitual. Sin embargo, no fue hasta hace unos 40 años cuando el gobierno de
Japón, ante el aumento de
la esperanza de vida y el alza de los costes sanitarios, pensó en los
alimentos como vía para mejorar la salud de los ciudadanos.
Así surgió
el concepto de “alimentos funcionales”. Es decir, aquellos que, además
de su valor nutricional, poseen
un efecto beneficioso sobre una o varias funciones específicas en el organismo.
Gracias
al incremento en la esperanza de vida y el poder adquisitivo, la innovación de
la industria alimentaria y el interés de los consumidores por la dieta, en los
años 90 se empieza a introducir esta clase de alimentos en Europa. El
resultado es la aparición de un nuevo mercado alimentario de rápido
crecimiento, cuyos efectos beneficiosos para la salud no siempre han estado
respaldados por estudios científicos.
Por ello, fue necesario adoptar un marco regulador. El objetivo fue
proteger a los consumidores de alegaciones falsas o confusas. Al mismo tiempo,
se pretendía responder a las necesidades de la industria alimentaria. En este
sentido, la Unión Europea adoptó el Reglamento Nº 1924/2006 del Parlamento
Europeo y del Consejo Europeo.
Las
evidencias científicas todavía no son suficientes
En la actualidad, en el marco de este Reglamento, se realizan de forma constante numerosas investigaciones. Con ellas se pretende descubrir el mecanismo de acción de dichos componentes y probar su efecto sobre la salud, tanto en animales como en humanos.
Existe numerosa literatura científica referente a los
efectos de los componentes bioactivos sobre distintas enfermedades. Sin embargo, aún no se ha podido
resolver si sus beneficios se deben a su consumo como parte de la dieta
habitual, como alimentos funcionales o si influyen los patrones alimentarios.
Sería el caso de seguir una dieta vegetariana, hipoenergética, mediterránea,
etcétera.
Tampoco
hay evidencias que demuestren si exceder la dosis en la que se obtienen
beneficios sobre la salud podría provocar algún efecto no deseado.
Por tanto, aunque el estudio de los componentes
bioactivos y los alimentos funcionales tiene ya una larga trayectoria, es necesario continuar
investigando al respecto, para elucidar los diferentes aspectos comentados.
Un componente bioactivo de un alimento es aquel que aporta un beneficio a la salud. Una ventaja más allá de las consideradas como nutrición básica. Ahora bien, no son nutrientes.
Existen diferentes tipos de fitoquímicos. Entre ellos, los fitoesteroles, que se encuentran en los vegetales de hoja verde, en frutos secos, en semillas o en legumbres. También los polifenoles, presentes en frutas, como las uvas y los cítricos; en verduras, como la remolacha y berenjena, o en legumbres como las lentejas.
Las funciones que se les atribuyen a los compuestos bioactivos son muy variadas. Destacan, por ejemplo, las propiedades anticancerígenas y de prevención de enfermedades cardiovasculares, atribuidas a los ácidos grasos omega-3 y al ácido linoleico conjugado.
En la actualidad, en el marco de este Reglamento, se realizan de forma constante numerosas investigaciones. Con ellas se pretende descubrir el mecanismo de acción de dichos componentes y probar su efecto sobre la salud, tanto en animales como en humanos.
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