La fe es tu coraza contra el miedo y
con el poder de la confianza burlas el desaliento.
Con una
fe firme tu vida no es de evasivas, no andas amedrentado y tienes un ánimo resuelto.
Haz cada día actos de fe para que ella
sea como una hoguera con las brasas siempre encendidas.
Con Dios en el alma y con tus fuerzas
internas puedes superar las desdichas y levantarte de cualquier caída.
Con una
fe fuerte tienes los bríos
del aventurero o del niño vivaz que no se deja dominar por los temores.
Ten la firme certeza de que la
paciencia te saca adelante
y que nada te doblega cuando estás con Dios.
Piensa
en esos atletas que terminan una fatigosa maratón sacando fuerzas de su interior.
Haz lo
mismo, aférrate a la
confianza, rememora los momentos felices y persevera sin rendirte.
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