Cuenta la historia que había un leñador
descontento con su suerte a quien Júpiter le concedió tres deseos.
Él se puso feliz, lo compartió con la
esposa y ambos se pusieron a pensar qué debían pedir.
En su
ligereza ella dijo: “Ahora
qué bien nos caería un trozo de morcilla” y ve con asombro una larga
morcilla que se le acercaba.
Se
atizó un altercado entre ambos y él gritó: “Ojalá, mujer tonta, que esa morcilla colgase de la punta
de tu nariz”, y así
sucedió.
Pues
bien, amigo lector ya puedes adivinar cuál es el final de esta fábula del
escritor Perrault:
Tras una larga pelea y un parloteo inútil, la mujer se liberó de la morcilla con el último deseo y ambos siguieron su vida igual.
Por eso
es de sabios meditar en
los males de la inconformidad y la ligereza al pensar y al hablar.
El poder de los pensamientos y de las
palabras es superlativo.
Es creador de la realidad. Somos lo que pensamos.
Tras una larga pelea y un parloteo inútil, la mujer se liberó de la morcilla con el último deseo y ambos siguieron su vida igual.
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