Seguramente ya sabes que motivación es
algo así como motivos para la acción, para dar lo mejor en todo.
Supuestamente
otros te motivan, pero la
verdad es que eres tú quien te automotivas con lo que otro te comparte.
Una
experiencia radiante, una charla o un escrito solo despiertan la fuerza interna que ya posees.
Sin embargo,
esa motivación es tan
efímera como la gasolina para un motor o el agua para una planta.
Necesitas
nutrir tu espíritu y tu mente de un modo constante si quieres estar siempre con el ánimo
arriba.
Pero
hay una buena noticia: Hay
una motivación espiritual que arde como una llama eterna.
Es la que nace de estar siempre en
comunión con Dios, vibrando en el amor, en paz y armonía con la consciencia.
Esa
puede titilar, pero nunca
se apaga porque te impulsa el Espíritu Santo y siempre tienes motivos para vivir y para amar.
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