Quiero
ser consciente de que la felicidad no depende de cuánto poseo, sino de cómo amo.
Por eso son felices los pobres sin envidia o resentimiento,
y hay ricos torpes y otros sin egoísmo y sin apegos.
Mi
misión es encender lámparas por doquier con el fuego de la verdad y el poder de
la bondad.
El
desafío es amar de verdad, porque el odio nos esclaviza y la
soberbia nos aísla.
Pido
al Padre que me dé humildad y no actúe como aquellos que solo
aceptan una verdad: la suya.
Mi
luz está en creer, mi energía en esperar, mi alegría en servir y mi tesoro en
amar.
El
mayor bien que puedo adquirir es la paz del corazón y la mejor conquista es
controlar mis emociones.
Elijo
ser compasivo y abierto al perdón, ya que solo así estoy bien en el
presente y puedo esperar días mejores.
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