Los berrinches son un estallido de lágrimas, mocos,
gritos y rabia que nos desconciertan y que incluso nos frustra como madres.
Sabemos que puede resultar desesperante intentar calmar a nuestra pequeña
criatura colérica, pero el modo en que gestiones estas explosivas situaciones
marcará el futuro emocional de tu niño.
Algo de lo que se sorprenden
muchas familias es del peculiar carácter que demuestran muchos pequeños ya
desde edades tempranas. Llama la atención que se diferencien tanto de otros
niños e incluso de sus propios hermanos. Es común, también, que nos preguntemos
a quién se parecen y de
dónde habrán sacado ese genio casi indomable.
Bien, hay un aspecto que es
necesario aclarar desde un principio. La personalidad de un niño depende de muchos factores, el
contexto donde crece y la interacción recibida son elementos clave. Sin
embargo, existe un factor genético que tendremos que asumir, aceptar y
entender. Cada niño es
único y tiene su propio carácter. Es más, lo iremos viendo ya desde el
primer mes a través de su estilo de alimentación y de descanso.
No intentes buscar una razón al porqué tu hijo
experimenta tantos berrinches.
Simplemente, gestiona, comprende
y canaliza. Es una tarea que seguramente no habías previsto, pero te aseguramos
que todos estamos capacitados para ser hábiles arquitectos de ese mundo
emocional de nuestros hijos que en ocasiones, acontece de forma explosiva.
Los berrinches empiezan pronto y deben gestionarse cuanto
antes
Un niño o una niña empezará a
mostrar sus berrinches a partir del año. De hecho, serán intensos hasta los 4 años. Es esa
etapa donde el cerebro de los más pequeños empieza a madurar, a tomar contacto de forma más
íntima con lo que le envuelve para exigir su espacio, sus cosas, sus
necesidades.
De no tenerlas, de no conseguirlas, estallan. Esta
frustración experimentada es realmente dolorosa para nuestros niños, y en caso
de que no actuemos de forma sabia, intuitiva y paciente en esta primera etapa comprendida entre el primer
año y los 4, el tema puede complicarse en las siguientes edades.
Los berrinches JAMÁS deben ignorarse
Es importante que recordemos dos
términos clave:
Los berrinches no se ignoran: de nada nos va a
servir que nuestro hijo llore, grite y de patadas a ese mueble hasta que se
canse. Lo que conseguimos en ese caso es que se sienta aún más frustrado.
No debemos intensificar los berrinches, es decir,
responder con gritos aumenta aún más la carga emocional en ambas partes, en
nosotros y en los niños.
Debemos tener claro un aspecto,
desde el primer año hasta los 3 años nuestros hijos no son conscientes de lo que les ocurre. Se
sienten sobrepasados por su mundo emocional y piensan que lo que les sucede no
tiene solución.
Recuerda siempre que estas explosiones de rabia son un
«mal modo» de decirte que les ocurre algo que debes entender.
Calma, estoy aquí, contigo y vamos a solucionarlo
sin levantar la voz
nino-berrinches
Tanto el propio niño como
nosotros como madres y padres debemos entender que crecer conlleva por un lado
aceptar la frustración e incluso el propio dolor que ello conlleva.
No siempre van a tener lo que desean y eso, deben
entenderlo ya desde el primer año.
Cuando tu niño estalle en su
berrinche, no te apartes
de él, ni le digas que se calle con un grito. Con voz tranquila, le
animaremos a que se CALME. Una
expresión y una voz tranquila crea un clima adecuado para que las emociones se
relajen.
Hasta que el niño no haya dejado de llorar no podremos
hablar con él, así que lo ideal, es situarnos a su altura hacerles ver
que estamos ahí e impedir que puedan hacerse daño.
Si el berrinche acontece en un espacio público, intenta
llevarlo a un lugar tranquilo donde estéis los dos solos para que se
desahogue con calma.
Nunca es demasiado pronto para
educar en Inteligencia Emocional
Emociones
Entre el primer año y los 4 años
se abre el momento más importante para asentar las bases de una auténtica
Inteligencia Emocional.
Para ello, te invitamos a tener en cuenta estas sencillas
estrategias.
Los niños necesitan comprender sus límites, qué se
puede hacer y qué no. Cuanto antes lo entiendan mayor seguridad encontrarán en
su día a día.
No tengas miedo de dar un «NO» a tiempo, algo tan
sencillo nos evita problemas posteriores.
Sé congruente con las normas y nunca las rompas.
Haz uso de cartulinas con dibujos. En cada
cartulina dibujaremos una emoción: rabia, miedo, tristeza… Es necesario que los niños aprendan
cuanto antes a identificar esas emociones negativas para saber canalizarlas.
Para ello, les explicaremos qué se puede hacer con cada
emoción. «Si siento rabia debo explicar en voz alta por qué me siento
así». Aprender a comunicar emociones en primera persona es algo muy útil que
podemos favorecer desde etapas tempranas de forma sencilla, elemental.
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