A continuación compartimos cinco consejos para tratar con
una situación muy específica: el efecto “negativo” que ciertas relaciones
pueden generar en nuestro ánimo. A veces quisiéramos que no fuera así, pero la
verdad es que tarde o temprano nos encontramos con este tipo de vínculos.
Son inevitables, sí, pero ello no
significa que no se pueda hacer nada al respecto.
Estas son nuestras sugerencias.
Sé selectivo con las personas que forman parte de tu vida
Esta recomendación puede parecer
muy obvia o muy sencilla, pero quizá por eso mismo puede suceder que la
olvidemos y dejemos de ponerla en práctica. Piensa en tu vida como si se tratase de una fiesta de la
que estás a cargo y, más importante aún, en la cual tu mayor interés es
pasártela lo mejor posible y que todo ocurra de la mejor manera. Para
logarlo, ¿invitarías a cualquier persona?
Por supuesto, esta es una
recomendación que requiere buen juicio tanto racional como emocional. No se trata de que vayas por la
vida discriminando personas o sacándolas de tu vida, sino más bien de que tomes
más conciencia de las formas en que te relacionas con los demás, del
tipo de vínculo que estableces, del contexto en que buscas tus relaciones, etcétera.
En el fondo, las relaciones que
tenemos en nuestra vida son menos azarosas de lo que usualmente creemos y, más
bien, son resultado de nuestros propios patrones de pensamientos y conducta.
No vivas para complacer a otros
Hay personas que tienen el
peculiar hábito emocional y de comportamiento de querer complacer a todo el
mundo o querer quedar bien con todos. Sin embargo, esta es una tarea imposible y sin duda es por ello que
frecuentemente, quienes intentan realizarla, atraviesan por períodos de verdadero
desgaste energético y emocional.
Si es tu caso, procura modificar
conscientemente dicha conducta. A cambio, intenta defender más seguido tus
puntos de vista, tus decisiones y tus gustos.
Procura también cultivar
relaciones en donde te sientas libre de ser a tu manera, sin temor a la censura
o la crítica, en donde te sientas apreciado o apreciada por quien eres. Ahí te
darás cuenta de que en realidad no estás obligado a “complacer” a nadie y que,
más bien, la satisfacción entre dos personas ocurre naturalmente según los
límites y circunstancias de cada relación.
Cuidado con los “vampiros energéticos”
Esta denominación parece broma,
pero si reflexionas un poco te darás cuenta de que, en efecto, existen personas
que se alimentan de la energía de otras. El compañero de trabajo que se la pasa
quejándose de su situación sin nunca hacer nada al respecto, el amigo con quien
siempre terminas metido en algún tipo de problema, el pariente que a todo le
mira siempre el lado negativo…
Si hay personas de cuya compañía
nunca nos cansamos y que incluso nos revitalizan, los “vampiros energéticos”
son justamente lo contrario. Estar con alguien así demanda un gran esfuerzo
psicológico.
El consejo sólo es que te fijes mejor con quién pasas tu
tiempo y si, por otro lado, en algún momento te encuentras atrapado o atrapada
en el fango emocional de otra persona, intenta sortear creativamente la
situación, de modo que su efecto en ti no sea catastrófico.
Reivindica tu derecho a estar a solas
Actualmente, la soledad ha adquirido
cierta connotación negativa, como si fuera “malo” estar a solas. De algún modo, la soledad se
encuentra en el punto opuesto a la época de conectividad en la que vivimos, y
quizá por eso puede parecer sospechosa.
Con todo, la soledad es
necesaria. Todos necesitamos de vez en cuando no estar para nadie.
Si te parece que lo requieres,
pasa tiempo a solas. Deja tu teléfono móvil en casa y sal a caminar. Ve al
cine. Aparta algunos
minutos de tu día para meditar. Practica libremente una actividad que te sea
significativa (dibujar, leer, realizar un deporte, etc). Y sé constante:
habrá días en que agradecerás tener ese refugio en donde el espacio y el tiempo
te pertenecen sólo a ti.
Sé responsable contigo mismo
Como puedes ver por los puntos
anterior, en realidad todo desemboca en la responsabilidad que es necesario
asumir sobre la existencia, en todos sus aspectos. Como bien enseñaron los estoicos, todo lo que nos
sucede en la vida puede dividirse en dos grandes clasificaciones: aquello de lo
cual no podemos hacernos cargo y aquello de lo que sí.
En este sentido y pensando en el
tema de esta publicación, es claro que nadie puede cambiar a otra persona: no
podemos cambiar cómo es, cómo actúa o cómo se expresa, pero sí tenemos un
margen de acción sobre nuestras propias emociones, pensamientos y acciones
respecto a ese individuo. Hasta cierto punto, podemos siempre elegir qué
actitud tomar al respecto de las personas con quienes nos relacionamos.
¿Qué te parece? ¿Qué estrategia sigues tú para lidiar con
este tipo de relaciones? Comparte con nosotros tu opinión en la sección de
comentarios de esta nota o a través de nuestros perfiles en redes sociales.
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