La
muerte deja una pena devastadora, un dolor total y un proceso que pide tiempo,
fe, fortaleza y paciencia.
Hay
que apelar a todo lo positivo que hay en el corazón, en los valores y en la vida.
Centra
tu mente en la vida, no solo en la pérdida;
enfócala en la vida que sigue, no es fácil, pero se puede.
Confía plenamente en que paso a paso todo será diferente y la luz
volverá a brillar.
No te laceres o bloquees con frases como: no
puedo, no voy a resistir, es horrible, nada tiene sentido.
Lo que necesitas es afirmar: paso a paso voy a estar mejor,
sé que puedo y lo lograré, Dios me ama, está conmigo y me fortalece.
Poco a
poco voy a encontrarle un nuevo sentido a todo, soy un
ser que no se rinde, por mi y los que amo voy a continuar.
No te aísles, llora y
saca del alma emociones venenosas
como culpa. odio, rabia, amargura o miedo.
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