“A mí, como a todas, me educaron para
que me desearan. Para ser bonita, guapa, gustar mucho y meter la tripa ante un
hombre.
Me crié en una sociedad en la que yo
tenía que gustar muchísimo,
pero no podía sentir
placer y ser promiscua como un hombre.
El placer no ha sido nunca para las
mujeres, pero a
cambio sí debemos saber proporcionarlo.
Nos enseñaron a ser concubinas, no a que aspiráramos a ser
emperatrices. Los arquetipos condicionan nuestra sexualidad.
A las chicas nos educaron para ser
sensibles y, a ser posible, y para adquirir la capacidad para sufrir”.
Esta
confesión de una mujer adulta, desnuda tantos vacíos formativos que poco a poco
se van eliminando.
Falta mucho, sobre todo en países
musulmanes, pero,
el cambiar la mujer, el hombre a la fuerza también debe hacerlo o desaparece.
Mujeres nuevas que se aman y hombres
nuevos que las valoran y respetan
es lo que el mundo reclama.
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