Buen número de personas despiertan y de
una vez activan el piloto automático para todo el día.
Laboran
y deambulan de acá como robots
para allá sin consciencia, sin corazón y sin sensibilidad.
El hacer y el tener los hipnotizan, su ser anda apagado o congelado
y del amor saben muy poco.
Pasan
al lado de la vida y en su trajinar ignoran que lo más importante de la vida es la vida misma.
Entonces
el destino los sacude y
una tragedia o un golpe llegan para despertarlos y recordarles qué es lo valioso.
Casi
siempre con el dolor como
maestro eligen cambiar y darle prioridad al amor y a la paz interior.
Claro
que no todos toman consciencia y algunos vuelven a una vida de azares, vértigo
y consumo.
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