Una persona fue a confesarse con un
sacerdote y le pidió que ambos intercedieran a Dios por él, para dejar su mala
vida.
El
sacerdote se lo prometió, pero al cabo de algún tiempo esa persona no paraba de
quejarse y decía:
Parece que Dios no me escucha y no me
ayuda porque sigo en problemas con el licor y con mi familia.
Lo que
yo pienso es que las
oraciones son inútiles y no tienen ningún efecto ni provecho para mí. El
sacerdote le dijo:
- Ven y
ayúdame a levantar aquel costal de trigo que se le ha caído a esa mula.
Cogió el hombre por un lado y el
sacerdote por otro.
Entonces
sucedió que cuanto más tiraba el visitante para arriba, más tiraba el sacerdote
para abajo:
- ¿Cómo lo vamos a levantar de ésta
manera? preguntó el hombre.
- Pues
igual haces tú -respondió el sacerdote
- Con
las oraciones le pides a Dios que te levante del barro y al mismo tiempo tiras
hacia abajo.
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