Al
final todo termina bien para aquel que actúa con amor
y reacciona siempre con serenidad.
Al fin todo termina mal para aquel que negocia sus principios
y reacciona con ira o soberbia.
La verdadera grandeza de una persona se
mide, no por sus bienes, sino
por su nobleza y su rectitud.
Haz
todo con amor y por amor y pregúntate siempre antes de actuar: ¿Qué me pide el amor?
Hazlo y nunca reaccionarás con ira o de un modo áspero,
serás compasivo y ecuánime.
Puedes que tengas que ser firme y poner
límites, pero lo harás sin
causar ningún daño.
Cada día saca tiempo para examinar tus
pasos y pide a Dios
sabiduría para actuar correctamente.
Si Dios es tu faro y tu centro, también
tú serás un buen guía para
otros y los llevarás de las sombras a la luz.
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