El
surgimiento de herramientas digitales está traspasando el control de nuestra
salud desde los doctores a los pacientes
Durante
la última década, los smartphones han cambiado muchos aspectos de nuestra vida
cotidiana, como nuestra relación con el banco y la forma en que compramos y nos
entretenemos. La próxima frontera es la medicina.
Gracias a innovadoras tecnologías digitales, la computación en la nube y el
aprendizaje de las máquinas, el smartphone transformará todos los aspectos del
cuidado médico. El resultado será que usted, el paciente, está a punto
de asumir un papel protagónico por vez primera.
Una
nueva serie de poderosas herramientas —desde accesorios para
diagnosticar una infección del oído hasta una aplicación capaz de monitorear la
salud mental— pueden
reducir nuestra necesidad de ir al doctor, recortar costos, acelerar el ritmo
de la atención médica y darles más poder a los pacientes.
Los
avatares digitales no sustituirán a los médicos, pero la relación cambiará
radicalmente. (Soy consultor de varias empresas en muchos de los temas
que trato aquí).
Todo esto plantea serios problemas sobre ataques
informáticos y privacidad personal que no han sido abordados, y la precisión de
todas estas herramientas debe ser comprobada. Otro tema preocupante es la
erosión de la relación entre el paciente y el doctor, reduciendo el toque
humano en la medicina. De
todos modos, la transformación ya está en marcha.
Digamos que le sale un sarpullido que un doctor tiene que
examinar. Hoy, puede tomar
una foto con su teléfono inteligente y descargar una aplicación para
procesarla. En cuestión de minutos, un algoritmo le envía un mensaje de texto
con el diagnóstico. El mensaje puede recomendar los próximos pasos, como
aplicar una pomada o ir a ver a un dermatólogo.
Los
smartphones ya pueden usarse para tomar la presión arterial o hacer un electrocardiograma.
Las aplicaciones de ECG han sido aprobadas por la Administración de
Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) y validadas en numerosos estudios clínicos. Los
datos provistos por las aplicaciones son inmediatamente analizados, graficados, exhibidos en pantalla,
guardados y (si lo desea la persona) compartidos.
Pensé que en mis décadas de ejercicio de la cardiología
lo había visto todo, hasta que recientemente un paciente me envió por correo
electrónico un ECG con el siguiente encabezado: “Tengo una fibrilación
auricular, ¿qué hago?” Supe de inmediato que el mundo había cambiado. El teléfono del paciente no sólo
había registrado la información; la había interpretado.
A algunos les puede parecer quijotesco, pero varias
grandes firmas consultoras, como Deloitte y PricewaterhouseCoopers, han pronosticado que las visitas
virtuales al médico pronto serán la norma.
Deloitte estima que una de cada seis visitas al médico en
EE.UU. fueron virtuales en 2014.
Es sólo el comienzo. Los cambios que se están gestando
son mucho mayores. Mediante
el uso de sensores inalámbricos incrustados en la ropa, una persona puede
utilizar su teléfono inteligente para generar sus propios datos médicos,
incluyendo la medición de sus niveles de glucosa y oxígeno en la sangre,
presión arterial y ritmo cardíaco. Si le preocupa que su hijo pudiera tener
una infección en el oído, un
accesorio de smartphone le permitirá realizar un sencillo examen del tímpano
que puede diagnosticar rápidamente el problema sin necesidad de ir al pediatra.
En los próximos uno o dos años, dependiendo de la
aprobación de la FDA, muchos estadounidenses probablemente comenzarán a portar
relojes que registran continuamente su presión arterial y signos vitales sin que siquiera tenga
que apretar un botón.
Los beneficios pueden ser enormes. Es el equivalente de
tener el monitoreo de una
unidad de cuidado intensivo en su muñeca, por lo que las habitaciones de
los hospitales pueden ser sustituidas por su dormitorio. Por ende, con la
excepción de las UCI, los
quirófanos y las salas de urgencia, los hospitales del futuro probablemente
serán centros de supervisión de datos sin habitaciones para monitorear a los
pacientes de manera remota.
Sabemos que nuestra salud es muy influenciada por nuestro
medio ambiente, que es difícil de cuantificar. Sin embargo, los sensores que se
están desarrollando para los teléfonos
inteligentes podrán monitorear nuestra exposición a la radiación, la contaminación
o los pesticidas en los alimentos. Los medicamentos pronto podrían ser
digitalizados para ofrecer recordatorios de que hay que tomarlos tal y como lo
recetó el médico.
El teléfono inteligente le puede tomarle la presión y
hasta hacerle un electrocardiograma.
Las habitaciones de hospital no son las únicas que
pasarán a la historia: los
laboratorios también lo harán.
Los accesorios de smartphones pronto permitirán hacer una
serie de pruebas rutinarias de laboratorio a través de su teléfono. Los electrolitos; la función del
hígado, los riñones y la tiroides; análisis de aliento, sudor y orina:
todo esto se puede revisar con pequeñas muestras en pequeños laboratorios que
se conectan directamente a un smartphone. Y puede realizar sus exámenes de
laboratorio de rutina a una
fracción del costo actual.
Los exámenes en su smartphone recién empiezan a despegar.
La capacidad de que usted haga un diagnóstico definitivo de una infección en el
oído es solamente el primer paso.
Se
están desarrollando aplicaciones para atender todos los aspectos del ojo, la
cavidad oral y de garganta, así como los pulmones y el corazón.
Mientras tanto, casi todos los sofisticados dispositivos
médicos para escaneo están siendo miniaturizados Ya están disponibles los dispositivos portátiles de
ultrasonido y algunas facultades de medicina los han comenzado a usar en lugar
del tradicional estetoscopio.
Los aparatos portátiles de resonancia magnética no se
encuentran muy lejos e ingenieros de la Universidad de California en Los Ángeles,
UCLA, han creado un
dispositivo del tamaño de un smartphone que puede generar radiografías.
No
falta mucho tiempo para que pueda tomarse una radiografía en su celular si
piensa que se pudo haber fracturado un hueso.
En la próxima década, bajo ciertas circunstancias, podrá monitorear casi todo
el sistema de órganos, a medida que las empresas producen nanosensores que
serán inyectados en su torrente sanguíneo.
Estos sensores microscópicos dentro de su organismo
vigilarán constantemente su sangre para detectar la primera aparición del cáncer, ataques del sistema
autoinmunológico a tejidos vitales o pequeñas grietas en las paredes arteriales
que pueden causar ataques cardíacos o derrames cerebrales.
Con todas estas nuevas herramientas a nuestra disposición,
no es de extrañar que estemos
hablando sobre la posibilidad de una medicina “sin doctores”. Pero no
nos dejemos llevar por un exceso de entusiasmo. Seguiremos yendo al médico, aunque tendremos mucho más
control.
Es un cambio que debió haber ocurrido hace mucho tiempo. La medicina ha sido dominada por
una clase privilegiada. Hipócrates, considerado el padre de la medicina
moderna, sostenía que la
mayor parte de la información médica no debía ser compartida con los pacientes.
Todo esto es emocionante, pero esta visión de la medicina
también plantea ciertas dudas. Antes de que estas herramientas se adopten
ampliamente, tienen que ser validadas mediante ensayos clínicos y demostrar que
no solo preservan la salud, sino
que lo hacen al mismo tiempo que reducen los costos.
Además, no podemos fiarnos de los avatares como doctores.
Las nuevas herramientas
tecnológicas pueden proporcionar a los consumidores información médica útil y
directa. Sin embargo, las
visitas al médico jamás tendrán reemplazo para asuntos importantes que
requieren conversaciones en persona y sin teclados de por medio.
Pese a los enormes avances en capturar información médica
personal, nos hemos
quedado atrás a la hora de procesar la abundancia de datos. Hemos hecho
demasiado poco para proteger nuestra privacidad médica, prevenir que se venda a
terceros y protegerla de los hackers. Nuestro uso de la analítica de datos es
patético: tendemos a
acumular grandes cantidades de datos y hemos hecho relativamente poco para
extraer información significativa de las mismas. Creo que todos estos
problemas son abordables, pero exigirá un gran esfuerzo.
La
verdadera revolución no viene de tener un lugar seguro donde almacenar los
datos en su teléfono inteligente, sino de la nube, donde combinamos nuestra
información individual.
Cuando toda esta información se recopile, integre y
analice de manera adecuada, ofrecerá un enorme potencial tanto para el nivel
del individuo como para el de la población en general. Una vez que todos
nuestros datos relevantes sean recopilados y procesados electrónicamente para identificar las
tendencias e interacciones que nadie podría detectar por cuenta propia,
seremos capaces de prevenir múltiples enfermedades.
Conforme los pacientes generan y las computadoras
procesan más datos médicos, buena parte de los aspectos de diagnóstico y
monitoreo dejarán de ser la tarea de doctores como yo. El paciente “sin doctor” estará a cargo y acudirá
a los médicos principalmente para recibir tratamiento, orientación, sabiduría,
experiencia, empatía y trato humano. Estos médicos no darán recetas, sino que ofrecerán consejos.
Al igual que la imprenta democratizó la información, el smartphone democratizará la
medicina. En cualquier lugar en que tenga una señal celular, accederá a nuevas formas de
practicar la medicina impulsada por los datos. Los pacientes no
solamente serán empoderados, sino que serán emancipados.
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