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UN MUNDO GOBERNADO POR MUJERES SERIA MUCHO MEJOR


La biología masculina nos ha traído guerras y corrupción. Las mujeres lo harán mucho mejor

Los estudios indican que las mujeres superan a los hombres en los criterios más importantes.

Más allá de quién llegue a la Casa Blanca en 2016, parece muy factible que dentro de los próximos diez años EE.UU. se sume al Reino Unido, Alemania, Brasil, Argentina, India, Israel, Tailandia, Noruega y decenas de otros países que han elegido a una mujer para ocupar el puesto más alto del gobierno.

¿Podemos predecir las consecuencias? Claro que sí y las noticias son buenas.

Las investigaciones han hallado que las mujeres son superiores a los hombres en la mayoría de los aspectos que serán importantes en el futuro, y no se trata sólo de cultura o crianza, aunque ambos factores cuentan. También son fundamentales la biología y los aspectos del pensamiento y los sentimientos modelados por la biología. Tiene que ver con cromosomas, genes, hormonas y circuitos cerebrales.

No me refiero a lo que decían los hombres condescendientes que proclamaban la superioridad de las mujeres en el pasado: que son criaturas nobles y espirituales que deben quedar al margen del ajetreo y la lucha de la vida competitiva, los negocios, la política y la guerra, para que puedan inculcarle integridad y entereza a la próxima generación. Me refiero a lo opuesto.

Todas las guerras son masculinas. La gente apunta a los casos de Margaret Thatcher, Indira Gandhi y Golda Meir como evidencia de que las mujeres también pueden ser guerreras. Pero estas mujeres fueron colocadas en la cima de jerarquías íntegramente masculinas y frente a otras pirámides políticas hipermasculinas, y fueron masculinizadas mientras peleaban por escalar a la cima.

Sobran los motivos para pensar que una futura jerarquía nacional encabezada y conformada por mujeres que ya no tienen que imitar a los varones, tratando con otros países transformados de forma similar, sería menos propensa a ir a la guerra. Pero eso no es todo. Los escándalos sexuales, la corrupción financiera y la violencia son todos fenómenos abrumadoramente masculinos.

Debemos renunciar a la ilusión de que los sexos deben ser lo mismo. El plan del cuerpo de los mamíferos es básicamente femenino. El motivo por el que existen los machos es que un gen en el cromosoma Y descarrila el plan genético básico. Hace que se formen los testículos, que producen testosterona mientras suprimen el desarrollo femenino.

La testosterona va al cerebro sobre el final de la vida prenatal y prepara el hipotálamo y la amígdala cerebral para una vida de agresión física y un tipo de impulso sexual separado del afecto y de toda cautela (de acuerdo, no todos los hombres, pero demasiados).

En cambio, casi todas las mujeres, protegidas de ese asalto hormonal, tienen cerebros que se ocupan de sus tareas sin esta clase de delirio que distrae y es destructivo.

Nuestra propia especie no siempre ha padecido la supremacía masculina. Entre nuestros ancestros cazadores-recolectores, que vivían en comunidades pequeñas y móviles, las decisiones grupales se tomaban cara a cara, entre hombres y mujeres que se conocían íntimamente. Los hombres intentaban dominar, pero no era fácil. Podían hacer alarde al salir de caza, pero la guerra, ese impulsor universal del estatus masculino, no era común.

Esto cambió cuando los cazadores-recolectores se establecieron en poblaciones más extensas y densas. Ese tipo de culturas podía tener nobles, plebeyos y esclavos, e iban a la guerra con frecuencia. Los hombres se distanciaron más de las familias, y las mujeres se volvieron cada vez más objeto de conflictos masculinos.

La política se volvió un juego de hombres, que se practicaba en espacios públicos donde los varones podían humillar y excluir a las mujeres, y estas tendencias se volvieron cada vez más potentes con el ascenso de la agricultura y las jerarquías encabezadas por un jefe y los imperios.

La Biblia, la Ilíada y los grandes relatos épicos de India están repletos de sexo y violencia. Desconozco si el rostro de Helena fue lo que lanzó mil barcos griegos contra Troya. Tampoco sé si David realmente se enamoró de Betsabé y dispuso que el soldado que era su esposo fuera enviado a morir en el frente de batalla, o si Salomón tenía 700 esposas. Sin embargo, toda la evidencia sugiere que la plausibilidad de esas historias, y esta cultura de la dominación masculina, no llegaron a su fin con los clásicos. También prevaleció a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento.

Pero entonces, ¿qué ocurrió? ¿Por qué finalmente algunos hombres comenzaron a ceder sus privilegios?

La gran transformación de los dos últimos siglos —la caída lenta pero inexorable de la supremacía masculina— se puede atribuir en parte al ascenso de las ideas de la Ilustración en general. La liberación de las mujeres ha avanzado junto a la emancipación paulatina de los siervos, los esclavos, los trabajadores y las minorías de toda índole.

De todos modos, el factor más importante ha sido la tecnología, que ha vuelto obsoleta la fortaleza física y la habilidad marcial de los hombres. La fuerza masculina ha sido reemplazada en gran medida por máquinas y robots. Hoy, las mujeres operan aviones de combate y helicópteros de ataque, desplegando una fuerza letal que un gladiador romano ni siquiera hubiera soñado.

Conforme las mujeres consiguen más poder y autoridad pública, ¿se parecerán más a los hombres? No lo creo. Los varones tienen la amígdala, el centro del cerebro del temor y la violencia, llena de receptores de testosterona. Las mujeres carecen de la programación biológica que lleva a los hombres a reaccionar ante pequeñas amenazas con violencia exagerada y a la tentación sexual sin medir las consecuencias.

Evidencia creciente muestra que las mujeres líderes operan de forma diferente. La paralización administrativa del gobierno estadounidense recientemente terminó cuando varias legisladoras se animaron a romper con sus partidos para buscar un acuerdo. Mientras sus colegas varones se cruzaban de brazos, las mujeres cruzaban los pasillos con llamadas telefónicas, correos electrónicos y medios sociales. Los hombres vieron un acuerdo que podían tolerar y las acompañaron.

¿Y las mujeres en puestos ejecutivos del gobierno? Aún no hay suficientes presidentas como para estudiarlas sistemáticamente, pero hay suficientes en otros puestos de gobierno.

Tal vez sea hora de que consideremos regresar a las reglas de los cazadores-recolectores que prevalecieron durante 90% de la historia humana: las mujeres y los hombres trabajaban en sus tareas, compartían, hablaban, escuchaban y se ocupaban de los hijos. Los hombres no ejercían un gran dominio porque no podían; las voces femeninas siempre estaban presentes todas las noches frente a la fogata. Había violencia, y era principalmente masculina, pero era mayormente aleatoria, más por accidente que por ideología.

Las mujeres no conseguirán un mundo perfecto, pero tendrá menos fallas que el que han creado y gobernado los hombres durante estos miles de años. Mi nieto, creo, será feliz en el mundo nuevo. Será mejor para él porque las mujeres contribuirán mucho más a gobernarlo.

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