Aceptar…
y dejar ir, significa dejar de pelear con la vida, aceptando a las personas,
las situaciones, las circunstancias y los hechos tal como se den, incluidas
decisiones y acciones del pasado, lo “malo”, así como lo “bueno”. Implica saber
renunciar no aferrándonos a aquello que la razón nos dice es, en nuestras
circunstancias, imposible o muy costoso de lograr. Si dejamos de luchar
y de resistirnos a lo inevitable, viviremos plenamente el presente, permaneciendo
abiertos a todas las opciones sin aferrarnos rígidamente a ninguna de ellas.
Esto estimula la capacidad de dar respuestas creativas a la existencia, tal
como es en el aquí y en el ahora.
¿Cómo
saber cuando es bueno luchar y cuándo aceptar y dejar ir?.
Una conocida oración, nos puede ayudar a decidir. En ella se pide a Dios fortaleza para aceptar lo que al cambio se resista, fortaleza para transformar lo modificable y sabiduría para reconocer la diferencia. Una de las enseñanzas de Buda, tal vez la más conocida, es que las expectativas son la causa del sufrimiento y que la forma de extinguirlo es eliminando las expectativas.
Cuando
dejamos de esperar que las cosas sean distintas a lo que son comenzamos a
transitar el sendero de la paz interior. La aceptación es casi
milagrosa, nos permite cambiar y facilita igualmente el que lo demás también
cambien, pues solo desde la aceptación de la realidad podemos iniciar caminos
de transformación.
Sin
los fracasos de ayer no seríamos lo que somos hoy. Evaluar nuestras
acciones pasadas a la luz de lo que somos en presente no es racional, pues si
volviésemos atrás con el grado de consciencia e información que teníamos en ese
momento, volveríamos a cometer los errores que hoy lamentamos.
Esta
es también la base del perdón: la convicción de que todo ser humano actúa
dentro de las limitaciones de su nivel de evolución y de sus circunstancias.
“Todo mundo hace lo mejor que puede, con lo mejor que sabe, aunque se equivoque”
Solo podemos dejar ir aquello que hemos bendecido. Al respecto podía ser útil recordar el hermoso pensamiento expresado por el poeta brasilero Machado de Assis: “La noche pasada, cuando tumbado dormía, soñé que una colmena moraba en mi corazón y que las abejas doradas hacían blancos panales y miel dulce de todos mis naufragios”. Siempre que enfrentemos cualquier evento busquemos explicaciones más que culpas, tratando de aprender de lo que nos pase.
Para todo lo que sucede hay razones que, bien
aprovechadas, trabajan en favor de nuestro desarrollo como seres humanos.
En
cada problema hay un principio de oportunidad, que nos permite transformar
cualquier circunstancia adversa, en algo positivo. Cuando nos
encontremos sufriendo ante cualquier situación hagámonos esta pregunta, ¿Qué es
lo que no estoy aceptando?. Al hacérnosla encontraremos la causa del
sufrimiento. Aquello que no somos capaces de aceptar es la única causa del
sufrimiento, si lográramos aceptarla obtendríamos una liberación casi
instantánea del dolor.
La
felicidad no depende de lo que está pasando afuera, sino de la forma como
reaccionamos a lo que nos suceda. Bueno o malo dependen de juicios de la mente,
solo existe vida por vivir.
Una conocida oración, nos puede ayudar a decidir. En ella se pide a Dios fortaleza para aceptar lo que al cambio se resista, fortaleza para transformar lo modificable y sabiduría para reconocer la diferencia. Una de las enseñanzas de Buda, tal vez la más conocida, es que las expectativas son la causa del sufrimiento y que la forma de extinguirlo es eliminando las expectativas.
“Todo mundo hace lo mejor que puede, con lo mejor que sabe, aunque se equivoque”
Solo podemos dejar ir aquello que hemos bendecido. Al respecto podía ser útil recordar el hermoso pensamiento expresado por el poeta brasilero Machado de Assis: “La noche pasada, cuando tumbado dormía, soñé que una colmena moraba en mi corazón y que las abejas doradas hacían blancos panales y miel dulce de todos mis naufragios”. Siempre que enfrentemos cualquier evento busquemos explicaciones más que culpas, tratando de aprender de lo que nos pase.
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