La felicidad según la Real Academia de
la Lengua Española es un estado del ánimo que se complace con la posesión de un
bien.
(Igual la RAE está sobrevalorada). Parece una definición algo simple para algo que nos resulta tan
complejo. El bien del que nos habla la RAE supongo que puede ser material, espiritual, físico o
mental. Yo voy a tomar ese camino. El de la mente.
Mientras estamos vivos todos buscamos
la felicidad, cada cual a su manera, o según su forma de ser. Unos la buscan desesperadamente,
otros como un fin. Y otros como un medio. Puede que no sea una explosión
de fuegos artificiales que nos va a alumbrar nuestro camino. Puede que sea algo
más discreto. Sin pólvora. Y gratis. Pensar no cuesta dinero, de momento.
Estas son algunas claves para conseguir
ser un poco más feliz.
El primer requisito es creer que
existe. Si crees que Dios no existe no crees en él. Si no crees que exista la
felicidad. No serás feliz.
La
memoria puede resultar engañosa y caprichosa. Para sentirnos mejor hemos de recordar más las cosas
buenas que las malas. Traer a la memoria las cosas malas que nos han
pasado sólo suele causar dolor. Pensar continuamente qué pasó, qué pudo haber pasado… todas esas
hipótesis de desgracias solo producen malestar. En definitiva se trata de darnos cuenta de todo lo que
tenemos y no de todo lo que no tenemos.
Intenta extraer lo bueno de cada
situación.
Hay algunas circunstancias que no tienen ni pizca de gracia. Pero quizá ahí esté el reto.
Haz cosas que te gusten. Descubre tus
pasiones. Ahí está la energía. En las cosas que nos gustan nos
sentimos bien, satisfechos, con ganas, con euforia.
Vivir el momento presente. Aquí y
ahora. No
vivir en el pasado en cosas que ya pasaron ni el futuro en miles de
posibilidades que nos puede deparar. A veces perdemos mucho tiempo
preocupándonos por cosas que nunca llegan a pasar. Este momento es tu vida.
El amor es la mayor fuente de bienestar. Relacionarse con los
demás es necesario porque vivimos en una sociedad y somos seres sociales. Nos
sentiremos mucho mejor dando y recibiendo cariño. Sabiendo demostrar afecto. Si nos cuesta
relacionarnos podemos aprender habilidades sociales, asertividad, etc.
No te hagas la víctima. Puedes sentirte mal,
por supuesto, pero no exageres. Las personas victimistas se quedan dando
vueltas a pensamientos tipo: ¡Yo no merezco esto!, ¿Por qué me pasa esto a mí?,
¡con lo bueno que soy yo! ¡pobre de mí! ¡No podré superar esto nunca! ¡Todo me
pasa a mí! Si no frenamos esa rueda nos quedaremos atrapados en ella.
No te compares. Ya sabes, las
comparaciones son odiosas. Siempre habrá gente que tendrá más dinero, más
status, más formación, más belleza, más talento. También habrá gente que camine
veinte kilómetros al día para llegar a un pozo y beber agua porque no tiene un
grifo en casa. Hay muchas personas en el mundo con quien compararnos.
La armonía entre lo que piensas,
sientes y haces es crucial para ser feliz. Le da coherencia a tus pensamientos, emociones y hechos. Hace que todo
tenga cierto sentido. Tu sentido. Tu filosofía de vida.
Controla los pensamientos negativos. En el mundo pasan millones de
cosas, pero normalmente las buenas noticias no son las que ocupan los
telediarios. Las noticias suelen ser las malas noticias. Y convertirnos en
telespectadores habituales de malas noticias, pensar tanto en la crisis y sólo
en las cosas malas que pasan en el mundo te convierten en un pesimista
automático. Pensarás en negativo, sentirás en negativo y actuarás igual. Serás
un pesimista perfecto. ¿Y no quieres eso, no?
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