Séneca
fue un gran pensador y un profundo conocedor de la naturaleza humana. Aunque
predicaba mucho más de lo que aplicaba, sus escritos son, sin duda, algunas de
las piezas más bellas en la filosofía y la ética de todos los tiempos.
Séneca
fue uno de los hombres más sabios e inspiradores de la Antigua Roma. A
pesar de que pasó a la
historia como un filósofo que reflexionó sobre la ética, lo cierto es
que, ante todo, fue un
hombre de poder. Logró
comprender en profundidad la naturaleza humana en una de las épocas más
decadentes de la historia.
Como otros grandes personajes de la historia, Séneca se caracterizó por una
curiosidad insaciable que le permitió sumergirse en distintas ciencias,
culturas y creencias con gran apertura.
Estudió
a los egipcios con la misma pasión que a los romanos y a los griegos.
Finalmente, se decantó por seguir los postulados del estoicismo y se convirtió en una de las
figuras más representativas de dicha escuela.
Una de las grandes paradojas de la historia y del poder
es que Séneca haya sido el maestro de alguien que podría ser su opuesto: el emperador Nerón. Además
fue precisamente su pupilo quien
finalmente lo condenó a muerte.
La Antigüedad Clásica nos ha brindado un abundante legado
de obras literarias y filosóficas que, a día de hoy, siguen captando nuestra
atención. De todos los
textos latinos que se cree que se escribieron, nos ha llegado un porcentaje
extremadamente bajo, pero suficiente como para acercarnos a algunos autores tan
interesantes como Séneca. En este artículo, te invitamos a descubrir a
uno de los pensadores más brillantes de la Antigüedad.
Aunque no hay certeza total, todo parece indicar que Séneca nació en lo que hoy
es Córdoba (España), en el año IV antes de nuestra era. Fue un niño enfermizo, aquejado
por el asma hasta el extremo. Su padre era procurador de Roma y también
un famoso orador y retórico.
Uno de los datos curiosos de la vida de este gran
filósofo es que tuvo dos
hermanos. Ambos,
junto con Séneca, fueron hombres importantes en su tiempo, pero los tres terminaron
suicidándose en diferentes momentos.
Lo cierto es que Séneca fue educado principalmente por la hermanastra de
su madre en Roma. Con esta familia adoptiva, también fue a vivir a
Alejandría, donde aprendió mucho acerca de la cultura egipcia. En este periodo,
comenzó a explorar
diversas ciencias o saberes. Posteriormente, se cree que pasó un tiempo
en Atenas.
En
el año 31 de nuestra era, Séneca fue nombrado magistrado romano. Tuvo un desempeño brillante y
en pocos años se convirtió en
el principal orador del senado. Para entonces, el malvado Calígula había
ascendido al trono, sentía grandes celos por el orador y, como consecuencia, lo condenó a muerte.
Aparentemente, una cortesana lo persuadió con el fin de que no cumpliera dicha
sentencia.
Cuando el emperador Claudio asumió el poder, su primera
esposa, Messalina, intrigó
para que nuevamente fuera condenado a muerte. Esta pena fue conmutada por el destierro.
Así,
Séneca partió hacia Córcega, isla en la que permaneció durante 8 años en
el exilio.
Agripina,
la segunda esposa de Claudio, intercedió para que se le permitiera volver,
pues veía en Séneca a un
aliado que le ayudaría a aumentar el prestigio del emperador. Además, pensaba que Séneca podría
contribuir en conseguir su gran objetivo: convertir a Nerón en emperador,
pese a que no era hijo legítimo de Claudio.
Finalmente,
los planes de Agripina llegaron a buen puerto y salieron tal y como ella
esperaba. A la muerte de Claudio, Nerón tenía apenas 17 años. En ese momento, Séneca fue nombrado consejero político y
ministro, aunque, en la práctica, él fue quien gobernó el imperio
durante los ocho años siguientes en compañía de Burro, otro de los asesores de
Nerón.
Parece
ser que Nerón sentía gran estima por su consejero y maestro. Además, el
poder en manos del filósofo mantenía estable y floreciente al imperio. Sin
embargo, a medida que el
joven emperador fue creciendo, también comenzó a incubar suspicacias en torno a
su mentor.
Aunque Séneca
era un moralista estoico, lo cierto es que, durante esa etapa, acumuló más riquezas que
cualquier otro hombre de poder en su época. Por ello y también como
consecuencia de diversas intrigas, Nerón comenzó a verlo como un enemigo potencial; lo acusó de
hipocresía, e incluso de
ser el amante de su madre, Agripina.
Uno
de los episodios más contradictorios y lamentables en la vida de Séneca fue el
momento en que Nerón asesinó a su madre. En lugar de cuestionar el
hecho, el filósofo trató por todos los medios de justificarlo. Era evidente que
temía al emperador y solo
pensó en salvarse a sí mismo.
Después
murió Burro y Séneca quedó prácticamente solo. En un intento por ganarse
el favor de Nerón, ofreció
entregarle todas sus riquezas y bienes. Al mismo tiempo, le pidió al
emperador permiso para
retirarse de la vida pública. De esta manera, dejó constancia del
peligro que sentía, Séneca
temía por su vida y trató de salvarse como pudo, así, logró vivir unos años
más.
Finalmente, Nerón lo implicó en un complot que se había llevado a cabo en su
contra, aunque no era más que un pretexto para condenarlo a muerte. En ese entonces, si el
condenado era un patricio, él
mismo se suicidaría. Séneca acató la norma y siguió la tradición junto a su esposa. Tras su muerte, también se
suicidaron sus hermanos y su sobrino por miedo a la crueldad de Nerón.
De este modo, la vida de un gran pensador llegó a su fin, de
forma trágica e incluso
injusta. Un final que, por otro lado, contrasta con algunas de sus
aportaciones a la filosofía, con la ética que defendía.
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