Ser más listo no significa necesariamente ser más feliz,
más productivo o más tranquilo. A veces es todo lo contrario.
Aunque suene
obvio, la inteligencia no
suele ser sinónimo de felicidad, seguridad, tranquilidad o éxito
necesariamente. Aunque ayuda en la vida, también trae sus complicaciones. Aquí
diez de estas:
1. Necesitan más tiempo solos
Un estudio del
departamento de Sicología del London School of Economics and Political Science
analizó el comportamiento de más de 15 mil adultos jóvenes. Los investigadores
encontraron que la mayoría de seres humanos logran sus momentos de gran
felicidad cuando están compartiendo con otras personas, en especial con quienes
aman. Sin embargo, esto no les sucede a quienes son muy inteligentes. Muchos de
estos afirmaron no necesitar de otros pues encontraban ese sentimiento
especialmente estando solos.
La verdad es que
aunque a veces es necesaria, la soledad se puede convertir también en un
problema. La mayoría es consciente de que fumar, llevar una dieta poco
saludable o tener una vida sedentaria pueden ocasionar problemas de salud. Cada
vez hay más evidencia sobre el daño que el estilo de vida solitario puede
ocasionar a una persona. Una revisión científica de noviembre pasado, para la
cual se analizaron estudios hechos en los últimos 34 años con 3 millones de
personas, reveló que el aislamiento social o la sensación de soledad generan
una carga en la salud similar a la que producen la obesidad, fumar 15
cigarrillos diarios, sufrir diabetes, no hacer ejercicio o ser alcohólico.
2. Trabajar, trabajar y trabajar
Las personas
inteligentes suelen, según ese mismo estudio de London School of Economics,
tener muchas más ambiciones, en especial laborales. Eso que quieran pasar más
tiempo en el trabajo que la mayoría de las personas. Su objetivo es cumplir
metas y completar tareas, por eso es muy fácil que ante un reto se presente la
adicción al trabajo. En el mundo, en el que hay un ranking para todo, varios
estudios han hecho esa correlación. El país número uno en esta adicción es
Japón, que a su vez ocupa el tercer lugar en términos del IQ de sus ciudadanos.
Corea del Sur, por su parte, es el segundo país en IQ y el cuarto en
“workaholiscm”. Aunque esa condición es muy aplaudida por la sociedad, la
verdad es que los seres humanos necesitan una vida con armonía para la salud y
la familia. Estudios estiman que 10 de cada 100 personas padecen de este
síndrome.
Según el experto
Bryan E. Robinson, psicoterapeuta y autor del libro Encadenado al escritorio:
una guía para ‘workaholics’, estas personas tienen poco equilibrio en sus
vidas. “No tienen muchos amigos, no se preocupan por su salud ni tienen casi
‘hobbies’. Mientras que están por fuera de la oficina no pueden dejar de pensar
en su trabajo”, afirma Robinson. Los workaholics también suelen ser personas
extremadamente perfeccionistas y controladoras. En ocasiones les cuesta delegar
funciones o trabajar en equipo porque quieren hacer todo, lo cual a veces puede
generar tensiones y afectar el clima laboral. Pese a que son muy productivos,
centran su autoestima en los logros laborales y profesionales. Esto los hace
perder a veces la noción del tiempo en medio de sus tareas y sienten que no
pueden darse el lujo de tener ratos libres para el ocio.
3. Más baja insatisfacción sexual
El estudio de
London School of Economics demostró una particularidad: muchas personas
demasiado inteligentes tienen en su mayoría una menor actividad sexual. Esto se
debe en gran parte a que la socialización es menor y el tiempo en el trabajo
mucho mayor que otras personas más del “común”. Y que aveces el sexo deja de
ser una prioridad. El problema es que la frecuencia sexual tiene gran
incidencia en la felicidad de las personas. Los economistas, especialmente aquellos
que indagan sobre las cosas que hacen feliz al ser humano, han estado
intrigados por el papel que el sexo juega en la satisfacción personal. Uno de
los primeros aportes lo hizo el premio nobel Daniel Kahneman, al encontrar que
la actividad que más placer generaba en las personas eran las relaciones
íntimas. La peor, ir de la casa al trabajo.
4. No es solo ser inteligente
Cuando le
preguntan por el factor primordial de su triunfo como actor y músico, Will
Smith contesta que no es ni el talento ni la inteligencia sino la determinación
de trabajar con más ahínco que cualquiera y no darse por vencido. El escritor
John Irving, autor de The Cider House Rules y The World According to Garp,
sufría de dislexia en el colegio y era un estudiante mediocre en literatura que
en el examen SAT, el equivalente al Icfes, alcanzó solo 475 de 800 puntos
posibles. Irving explica que más que por su aptitud para las letras, ha tenido
éxito por su disciplina de trabajar lentamente y revisar una y otra vez sus
borradores para perfeccionarlos.
Esto no quiere
decir otra cosa que el éxito de la vida a veces no depende solo de la
inteligencia, sino de la perseverancia. Un estudio de la Universidad de
Pensilvania que ha sido citado más de 1.000 veces y realizó una charla TED que
tiene ya más de 8 millones de vistas asegura que “la perseverancia le gana al
coeficiente intelectual, y a las pruebas de conocimiento en la predicción de
quienes van a tener éxito”, dice. Las personas muy inteligentes a veces sienten
que tienen que esforzarse menos y terminan siendo superadas por quienes hacen
la tarea.
5. Viven más angustiados
Según un estudio
“mientras que la mayor parte de nosotros no sufrimos demasiado de angustia
existencial, la gente más inteligente se preocupa más por la condición humana o
se angustia con la estupidez de los demás. La preocupación constante puede ser,
además, signo de inteligencia. Estudios demostraron que aquellos con un alto
coeficiente intelectual se preocupan más y sufren mayores niveles de ansiedad a
lo largo del día. Pero la ansiedad no proviene de plantearse las grande
preguntas existenciales, sino de preocupaciones mundanas que los más
inteligentes tienden a replantearse una y otra vez”.
6. Pueden ser inteligentes, pero quizás no sabios
Otro problema de
los muy inteligentes: el punto ciego de parcialidad. Esto significa que muchas
de las personas que sienten que son muy listas pierden la capacidad de ver sus
propios defectos. Diferentes estudios han demostrado que no es la inteligencia
la que lleva a las personas a acertar en sus decisiones sino la sabiduría. La
estadounidense Pamela Druckerman, autora del libro Bringing up Bebe, y radicada
en París, escribió una columna en el diario The New York Times en la cual hace
un listado de las cosas que una persona de 44 años, como ella, ya debe haber
aprendido a esa altura.
Estos eran
algunos: Preocuparse menos por lo que la gente piensa de uno, dormir ocho horas
continuas, aceptar que no existen las almas gemelas, Decir ‘no’, no desgastarse
ni pelear pensando en si Dios existe. Y uno basado en un estudio muy
particular: “saber que uno no es tan especial como creía: 95 por ciento de las
personas son comunes y corrientes y solo el 5 por ciento son únicas. Saberlo es
una decepción pero también un alivio”. El texto se volvió viral porque aunque
ningún consejo era “demasiado intelectual”, si representaba la sabiduría de la
vida.
7. No duermen bien
Un estudio de la
universidad de Londres relacionó el IQ con los problemas de insomnio. Después
de entrevistar a cientos de personas, quienes tenían más IQ sostuvieron que
solían quedarse más tarde despiertos pues les gustaba aprovechar al máximo su
día. Mientras otras personas usan la noche para estar con su familia, tener
sexo, o simplemente ver televisión, muchos de los inteligentes usan esas horas
en las que por fin pueden tener momentos de soledad para adelantar trabajo. El
problema es que dormir muy pocas horas también trae muchos problemas. Muchas
personas posponen la hora de ir a la cama para hacer otras actividades, como si
dormir fuera una pérdida de tiempo. Pero cada vez más estudios confirman lo
obvio: que el sueño es vital para la salud.
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