Abundan casos como el del aventurero Bobby Leech quien sobrevivió al
lanzarse dentro de un barril al Niagara.
Sufrió
muchas fracturas, años más tarde, viajó a Nueva Zelanda en
1911, allí resbaló en una
cáscara de plátano y murió.
La razón es que antes de ser concebidos ya existimos en el mundo
espiritual y venimos a la tierra a pulirnos en el aor.
Nacemos
con una misión de vida en la que ya están trazados los hechos fundamentales, incluida la muerte.
Por
eso nada es casual, no hay coincidencias sino diosidencias
y todo tiene un sentido y un para qué.
En esta perspectiva la muerte es un acto de amor que deja valiosas
lecciones, en especial cuando es trágica.
Medita sobre esto, aunque nunca te lo hayan
dicho, y atrévete a ir más
allá de lo que te han enseñado.
Nos
vamos el día que es, ni antes ni después, y el modo de
morir no es accidental, ni siquiera en un accidente. Así debía ser.
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