“Un día una liebre orgullosa y veloz,
vió como una tortuga caminaba por el camino y se le acercó. La liebre empezó a
burlarse de la lentitud del otro animal y de la longitud de sus patas. Sin
embargo, la tortuga le respondió que estaba segura de que a pesar de la gran
velocidad de la liebre era capaz de ganarla en una carrera.
La
liebre, segura de su victoria y considerando el reto imposible de perder,
aceptó. Ambos pidieron a
la zorra que señalara la meta, a lo que esta aceptó, al igual que al cuervo
para que hiciera de juez.
Al
llegar el día de la competición, al empezar la carrera la liebre y la tortuga
salieron al mismo tiempo. La tortuga avanzaba sin detenerse, pero lentamente.
La liebre era muy veloz, y viendo que
sacaba una gran ventaja a la tortuga decidió ir parándose y descansando de vez
en cuando. Pero en una de las ocasiones la liebre se quedó dormida. La tortuga,
poco a poco, siguió avanzando.
Cuando
la liebre despertó, se encontró con que la tortuga estaba a punto de cruzar la
meta. Aunque echó a correr fue demasiado tarde y finalmente la tortuga ganó la
carrera".
Esta fábula nos enseña que el trabajo
duro, la perseverancia, la constancia y el esfuerzo nos llevarán a nuestras
metas, aunque sea poco a poco, si no nos rendimos. También nos permite ver cómo
la arrogancia, la falta de constancia y el exceso de seguridad en uno mismo nos
puede llevar a perder oportunidades y a no alcanzar nuestras metas.
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