Fluyes sin azares cuando aceptas que cada ser tiene su proceso y que tú no lo puedes cambiar.
Además entiendes que ese proceso incluye pruebas necesarias para evolucionar en el amor.
Eso implica que a tus seres amados les haces daño cuando les evitas pasar por el yunque del dolor.
Tú pretendes ayudar, pero en realidad interfieres en su proceso y ellos no aprenden lo que deben aprender.
Por eso pide discernimiento y no confundirás el amor con una protección que no deja crecer al otro.
Tienes que respetar la libertad de los otros y aceptar que su ritmo no es el tuyo y que no ven lo que tú ves.
Influye con amor hasta donde te lo permitan, pero nunca interfieras en los procesos de los demás.
Son seres autónomos y muchas veces tendrán que estrellarse para despertar. No es bueno ser un controlador.
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