La respuesta que da la Biblia
Perdonar
significa disculpar a alguien que nos ha ofendido o no tener en cuenta su
falta.
En la Biblia, la palabra griega que se traduce
“perdonar” significa literalmente “dejar pasar”, como cuando una persona deja
de exigir que se le pague una deuda.
Jesús usó esta comparación al enseñar a sus
discípulos a orar: “Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también
perdonamos a todo el que nos debe” (Lucas 11:4).
De igual manera, en la parábola del esclavo
que no mostró misericordia, Jesús explicó que el perdón es como la cancelación
de una deuda (Mateo 18:23-35).
Perdonamos a otros cuando dejamos de
guardar resentimiento y no insistimos en pedir una compensación por el daño que nos hayan hecho
o por la pérdida que hayamos podido sufrir.
La Biblia enseña que el perdón se basa en el
amor sincero, ya que el amor “no lleva cuenta del daño” (1 Corintios 13:4, 5).
Perdonar
no significa:
Aprobar
la ofensa.
La Biblia condena a quienes consideran una
mala acción como aceptable o inofensiva (Isaías 5:20).
Actuar
como si la persona no hubiera cometido la ofensa.
Dios le perdonó al rey David sus graves
pecados, pero no lo libró de las consecuencias.
Además, Dios hizo que los pecados de David se
pusieran por escrito para que se conocieran en la actualidad (2 Samuel
12:9-13).
Dejar
que los demás se aprovechen de uno.
Supongamos que le prestamos dinero a alguien.
Pero él lo malgasta, así que no puede
devolverlo como se había comprometido a hacer.
Él se siente mal y nos pide perdón.
Nosotros podríamos decidir perdonarlo, es
decir, no guardarle resentimiento ni echarle en cara continuamente lo que ha
hecho.
Quizás hasta pudiéramos cancelarle la deuda
por completo.
Sin embargo, eso no significa que tenemos que
estar dispuestos a prestarle más dinero en el futuro (Salmo 37:21; Proverbios
14:15; 22:3; Gálatas 6:7).
Disculpar
sin una base válida.
Dios no perdona a los que cometen un pecado a
propósito y con malicia, se niegan a reconocer su falta, no quieren rectificar
lo que han hecho o no están dispuestos a pedir perdón a quienes causaron daño
(Proverbios 28:13; Hechos 26:20; Hebreos 10:26).
Estas personas que no se arrepienten se
convierten en enemigos de Dios.
Y él no espera que perdonemos a los que él
mismo no ha perdonado (Salmo 139:21, 22).
Pero ¿qué ocurre si alguien nos trata
de forma cruel y se niega a disculparse o ni siquiera reconoce su error? La
Biblia dice: “¡Ya no sigas enojado! ¡Deja a un lado tu ira!” (Salmo 37:8, Nueva
Traducción Viviente).
Aunque no aprobemos lo que nos hayan hecho, no
permitamos que nos consuma la ira.
Más bien, tengamos confianza en que Dios hará
que se haga justicia (Hebreos 10:30, 31).
Además, nos consuela saber que él pronto hará
posible que desaparezcan por completo las heridas emocionales que ahora nos
causan tanto dolor (Isaías 65:17; Revelación [Apocalipsis] 21:4).
“Perdonar”
todo lo que nos haya parecido una ofensa.
A veces, en vez de tener que perdonar un
supuesto desprecio, lo que en realidad necesitamos es reconocer que no tenemos
ninguna razón válida para estar ofendidos.
La Biblia menciona: “No te des prisa en tu
espíritu a sentirte ofendido, porque el ofenderse es lo que descansa en el seno
de los estúpidos” (Eclesiastés 7:9).
Qué
nos puede ayudar a perdonar:
Recordar
qué implica el perdón.
No significa que consideramos que está bien lo
que sucedió ni que nunca pasó.
Sencillamente lo pasamos por alto.
Pensemos
en los beneficios de perdonar.
Dejar de sentirnos enojados o de guardar
rencor nos ayudará a estar más calmados, mejorará nuestra salud y nos permitirá
ser más felices (Proverbios 14:30; Mateo 5:9).
Y, lo que es más importante, perdonar a los
demás es imprescindible para que Dios perdone nuestros pecados (Mateo 6:14,
15).
Seamos
comprensivos.
Todos somos imperfectos (Santiago 3:2).
Puesto que deseamos que los demás perdonen
nuestros errores, nosotros también debemos perdonar los suyos (Mateo 7:12).
Seamos
razonables.
Si el error es de poca importancia, tenemos
que poner en práctica el siguiente consejo de la Biblia: “Continúen
soportándose unos a otros” (Colosenses 3:13).
Actuemos
de inmediato.
Esforcémonos por perdonar enseguida en vez de
dejar que se intensifique la ira (Efesios 4:26, 27).
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