Castigar
a un hijo conlleva este fuerte mensaje: “Necesito hacerte sufrir por lo que hiciste”.
Muchos
padres en realidad no
quieren comunicar eso, pero tampoco quieren parecer permisivos.
La
buena noticia es que puedes
mantener los límites y guiar a los niños sin castigarlos.
En
lugar de decir: Te estás
portando mal en el juego, entonces no juegas más.
¿Cuántas
veces te lo tengo que decir?
Puedes
decir: ¡Estás algo inquieto, mi amor, no es seguro jugar así! Vamos a otro lugar para
calmarnos.
En
lugar de decir: Fuiste mal
educado conmigo y dijiste groserías. Eso es inaceptable. Te voy a quitar el teléfono.
Puedes
decir: Vaya, estás muy
molesto, lo puedo notar en tu voz. Para mí no está bien que uses esas palabras.
Vamos a guardar tu teléfono por ahora para que puedas tener algo de
espacio en tu mente para pensar.
Cuando estés listo, me hablas un poco
más sobre lo que te molesta.
Juntos veremos qué podemos hacer.
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