Qué
suerte he tenido de nacer,
para
estrechar la mano de un amigo
y
poder asistir como testigo
al
milagro de cada amanecer.
Qué suerte he tenido de nacer,
para tener la opción de la balanza,
sopesar la derrota y la esperanza
con la gloria y el miedo de caer.
Qué suerte he tenido de nacer,
para entender que el honesto y el perverso
son dueños por igual del universo
aunque tengan distinto parecer.
Qué
suerte he tenido de nacer,
para
callar cuando habla el que más sabe,
aprender
a escuchar, ésa es la clave,
si
se tiene intenciones de saber.
Qué suerte he tenido de nacer,
y lo
digo sin falsos triunfalismos,
la victoria total, la de uno mismo,
se concreta en el ser y en el no ser.
Qué suerte he tenido de nacer,
para cantarle a la gente y a la rosa
y al perro y al amor y a cualquier cosa
que pueda el sentimiento recoger.
Qué
suerte he tenido de nacer,
para
tener acceso a la fortuna
de
ser río en lugar de ser laguna,
de
ser lluvia en lugar de ver llover.
Qué suerte he tenido de nacer,
para comer a conciencia la manzana,
sin el miedo ancestral a la sotana
ni a la venganza final de Lucifer.
Pero sé, bien que sé...
que algún día también me moriré.
Si ahora vivo contento con mi suerte,
sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte,
cuál será en la agonía mi balance, no lo sé,
nunca estuve en ese trance.
Pero
sé, bien que sé...
que
en mi viaje final escucharé
el
ambiguo tañir delas campanas
saludando
mi adiós, y otra mañana
y
otra voz, como yo, con otro acento,
cantará
a los cuatro vientos...
Qué
suerte he tenido de nacer.
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