Este
artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
El
mayor legado que nos dejan los abuelos no es lo material, sino esas vivencias y
esos valores que seguiremos teniendo presentes por mucho tiempo que pase.
Los abuelos nunca mueren, se hacen invisibles para descansar en nuestro corazón,
como el mejor de los legados.
En esta sociedad tan enfocada a veces a lo material, pocas cosas pueden ayudarnos a ser mejores personas
como esa herencia de afectos, historias y momentos compartidos con nuestros
abuelos.
Todos
tenemos a un abuelo o abuela favorita que recordamos a menudo.
Aún más, su figura ha quedado impregnada en nuestro legado familiar,
hasta el punto de que seguimos muchas de sus costumbres: en las recetas de esos
pasteles, en esos remedios
caseros para la salud…
Mantenemos
viva su memoria a través de diferentes dimensiones donde se concentra la
auténtica riqueza del ser humano: el recuerdo de las personas que amamos y que
fueron significativas en nuestra vida.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
¿Cómo
dar nuestro adiós a los abuelos?
Uno de los más momentos más complicados para un niño es tener que dar un adiós a un
abuelo en su primera infancia. Si lo hacemos cuando ya somos adultos el
impacto es diferente, porque
disponemos de más recursos para hacer frente a lo que es ley de vida.
Ahora bien, ¿cuál es el mejor modo de ayudar a los niños a dar su adiós a alguno de
sus abuelos? Te proponemos una serie de pautas que pueden ser de ayuda.
El duelo en los más pequeños
Todo
niño vive su duelo particular a la hora de enfrentarse a la pérdida de una
persona significativa. Es algo que no podemos olvidar y, aunque en
apariencia nuestro hijo esté bien, los procesos internos que experimenta, pueden dejarle huella.
Los
pedagogos siempre nos recomiendan ser sinceros con los niños y cuidar mucho el
lenguaje. No debemos hacer uso de metáforas como: «los ángeles se han
llevado al abuelo» o «el abuelo ahora está dormido».
Es necesario
evitar esas frases que pueden llevar al equívoco al niño. Puesto que esa
va a ser su primera experiencia con la muerte, deben saber lo que ello supone: no ver más al ser querido pero,
a su vez, tener que aprender a recordarlo, cada día, con cariño.
Otro aspecto que debemos tener en cuenta es el desahogo
emocional. No debemos
escondernos para llorar, para evitar así que nuestros hijos nos vean
sufrir. A largo plazo, lo
que esto puede ocasionar es que ellos mismos también se escondan cuando
se sientan mal.
La
importancia de desahogarse y decir adiós
No
debemos tener miedo a desahogarnos y a respetar a su vez que el niño
llore si lo necesite.
Asimismo, hemos de ser muy intuitivos en el duelo de los niños. Es común
que no terminen de procesar lo ocurrido hasta pasado un tiempo. Lo veremos en
sus dibujos, en sus silencios e, incluso, sus pesadillas.
Otro
error en el que caen muchos padres es el de evitar que los niños vayan a
despedirse de sus abuelos o que estén en el funeral. Lo queramos o no
todo ello forma parte del duelo y de la propia despedida.
Obviamente, todo dependerá de la edad de un niño, pero podemos decir que a
partir de los 6 o 7 años nuestros hijos ya son muy receptivos a estos hechos
tan duros, tan sensibles como tener que decir adiós a los abuelos.
La
partida de los abuelos. - El legado personal que nos dejan los abuelos
Un
abuelo o una abuela puede dejarnos en herencia una casa, un campo de
manzanos o incluso una preciosa vajilla de cien años de antigüedad. Sin
embargo, nada de eso
importa para el lenguaje del corazón.
Los abuelos han sido padres y nos han ayudado a ser las
personas que somos ahora, con
alguno de sus errores, pero también con enormes virtudes.
El legado de un abuelo es, por tanto, doble y tremendamente poderoso.
Simbolizan
las raíces de una familia y de una identidad común que no podemos ni
debemos olvidar.
Un
niño guarda para siempre todos esos momentos vividos con los abuelos.
Porque su relación es
diferente a la que tienen con sus padres, es algo más íntimo y puramente
emocional.
Una
herencia tejida con miles de historias, paseos a media tarde al volver
del colegio, es un pastel con ese olor inconfundible que aún recordamos, y es una voz que nunca
olvidaremos.
El
legado de los abuelos.
Decir adiós a un abuelo que ha hecho tanto por nosotros no es nada fácil. Sin
embargo, crecer y madurar
implica, a su vez, hacer frente a estas despedidas vitales.
Ahora bien, son despedidas relativas, porque todos llevamos en la mitad de nuestro
corazón a esos abuelos que, lejos de desaparecer, solo se han hecho invisibles
para seguir cuidando de nosotros y para que los sigamos manteniendo
vivos a través de ese don maravilloso que todos disponemos: el recuerdo.
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