Los
llaman 'enclaustrados' porque no pueden mover ni un solo músculo de su
cuerpo... ni siquiera los de los ojos. Estos pacientes, víctimas de ELA, no eran capaces de
comunicarse de ninguna manera hasta que el neurobiólogo alemán Niels Birbaumer
desarrolló un sistema que logra penetrar en su cerebro.
Dejó de hablar con su marido 40 años después de la boda. La culpa de su silencio la tiene
la musculatura responsable del habla, que un día paró de funcionar y
nunca más la recuperó. Su
mente ha acabado totalmente atrapada en su cuerpo, incapaz de mover ni un solo
músculo.
Los médicos utilizan el término 'enclaustramiento' (o
locked-in en inglés) para referirse a este tipo de pacientes. En mayo de 2007, a Marta le
diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que
provoca la muerte imparable de las neuronas que controlan los músculos que se
encargan de los movimientos voluntarios.
En
algunos enfermos, esta parálisis incurable discurre de una forma más leve.
El paciente de ELA más famoso del mundo, el físico británico Stephen Hawking,
lleva décadas viviendo con la enfermedad. Sin embargo, la mayoría de los afectados por ELA mueren por
asfixia entre tres y cinco años después del diagnóstico.
En el caso de Marta, este apagón nervioso se ha
transformado desde hace ocho años en una película de terror. Incluso un picor
inofensivo puede convertirse en una tortura para una mujer que no puede ni
rascarse. Ni siquiera
puede mirar hacia otro sitio sin ayuda exterior. La musculatura que mueve sus
ojos también falló hace tiempo, por lo que está condenada a mirar siempre en la
misma dirección hasta que alguien mueve su silla de ruedas.
Sin embargo, sí que es capaz de comunicarse con su
esposo. Esta comunicación es posible gracias a un descubrimiento crucial
realizado por el neurobiólogo alemán Niels Birbaumer. El veterano investigador ha descubierto que el
cerebro produce un impulso medible cuando una persona piensa en realizar una
acción concreta, es decir, antes de que la lleve a cabo. Además, el
riego sanguíneo en el cerebro cambia en función de que el afectado piense 'sí'
o 'no'. Para poder detectar en cuál de los dos conceptos está pensando la
persona inmovilizada, el doctor mide las corrientes cerebrales y el riego
sanguíneo.
El pensamiento: del cerebro al ordenador. Los pacientes 'enclaustrados'
necesitan entre 15 y 25 segundos para 'pensar' su respuesta. El
resultado lo comunica una voz producida por un ordenador: «Su respuesta se ha
interpretado como un sí», dice. Por ejemplo, gracias al aparato de lectura del pensamiento, el esposo
de Marta ya sabe qué partes del cuerpo le duelen a su esposa, de qué
lado le gusta echarse y cuáles son sus programas de televisión preferidos.
Algunos de estos pacientes 'enclaustrados' pueden
comunicarse por un sistema de seguimiento de ojos, ya disponible. Este aparato de generación de
voz se controla mediante la mirada y permite una comunicación fiable. Al
menos, en teoría. El problema de Marta es que es uno de esos pacientes
'enclaustrados' que ni siquiera pueden mover los ojos.
A pesar de toda su experiencia, el neurobiólogo alemán no
puede decir con certeza cuál es el estado mental de las personas desconectadas
del mundo. Sin embargo,
los familiares centran todas sus esperanzas en este profesor de 70 años que ya
tendría que llevar un tiempo disfrutando de una merecida jubilación. Es
posible que, en la actualidad, Birbaumer sea el único que haya conseguido
abrir, aunque solo sea una rendija, la puerta que mantiene encerradas a las
personas 'enclaustradas'.
¿Qué
nivel de felicidad y satisfacción pueden experimentar las personas con el
síndrome de enclaustramiento? Birbaumer admite que tampoco lo sabe con
exactitud, solo sabe que «la inmovilidad de estos pacientes afecta
profundamente».
Thomas Meyer, director del departamento de atención
ambulatoria de ELA en la clínica de La Charité de Berlín, confirma las
deprimentes condiciones que estos enfermos tienen que soportar. «Los pacientes sufren una
pérdida total de su esfera íntima», dice el médico, quien explica que deben
estar atendidos a todas horas por los cuidadores.
Por otro lado, los pocos enfermos de ELA que optan por
recibir respiración asistida no suelen mantenerla durante mucho tiempo. En los últimos cinco años, solo
en el centro de ELA de La Charité han sido 44 los pacientes que han
suspendido la respiración artificial, una decisión que lleva siempre a una
muerte segura.
La necesidad de seguir luchando. Marta también pasa de
vez en cuando por crisis de este tipo. Con ayuda del aparato del doctor
Birbaumer, su marido le
pregunta cada cierto tiempo si todavía sigue queriendo vivir. Un día respondió que no.
El matrimonio ya se había preparado para cuando llegara
ese momento. Según el plan, irían juntos a la consulta del doctor Thomas Mayer
para desconectar el respirador artificial. A Marta se le administrarían analgésicos y sedantes para
evitar que sintiera los efectos de la asfixia en el momento de fallecer.
Sin embargo, su esposo supo encontrar las palabras
adecuadas para convencer a su mujer para seguir luchando. Recuerda muy bien la franqueza
con la que se dirigió a ella: «Cariño, ¿qué te parece entonces? ¿Me voy
contigo a Berlín, paso dos días contigo en un hotel y luego me vuelvo a
Hamburgo con tus cenizas?».
La
mente entra en otro estado. Según un estudio que el propio Birbaumer
llevó a cabo hace diez años, los enfermos de ELA valoran su situación de una
forma más positiva que los familiares y médicos. «Si se les pregunta
directamente, dicen: 'Pues
me va bastante bien, ¿por qué morir?'. Llevo 20 años repitiéndoselo a médicos y
científicos sin que nadie me haga caso», se lamenta Birbaumer.
El neurocientífico va aún más lejos. «Cuanto peor es el estado de los
pacientes 'enclaustrados', mejor se sienten», según ha constatado
Birbaumer. Por eso, en el desarrollo de sus estudios hay una cuestión que cada
vez ocupa un lugar más central: ¿cómo reacciona el cerebro de una persona que
ya no tiene metas que pueda conseguir?
Birbaumer tiene una suposición al respecto. «Si pasa mucho tiempo
'encerrado' en su cuerpo, llega un momento en el que ya no puede pensar de
forma voluntaria dice el científico. Yo lo llamo la extinción de la voluntad:
¿para qué querer algo si no puedo alcanzarlo?».
El doctor Birbaumer ha hecho un descubrimiento
interesante en torno a este aspecto. Sus mediciones con el electroencefalograma
muestran que las corrientes cerebrales de los pacientes 'enclaustrados' se sitúan en la zona de los
seis hercios incluso en estado de vigilia. En las personas sanas, ese
nivel de actividad cerebral se registra durante un sueño ligero. Lo que el
neurocientífico deduce de ello es que las personas 'enclaustradas' se sumergen
en un estado permanente de sueño parcial o de semiinconsciencia.
El misterio de lo que sienten continúa- La clave, en
cualquier caso, es que estos enfermos se encuentran en un sorprendente estado
de relajación. Birbaumer afirma: «Este estado se asemeja al que experimentan
las personas durante la meditación». A pesar de todo, es evidente que Birbaumer no está en condiciones de
saber cuál es realmente el estado mental de los pacientes 'enclaustrados', por
mucho que los familiares puedan descifrar las respuestas de sus hijos, padres o
cónyuges mediante el procedimiento desarrollado por el neurocientífico.
El marido de Marta
cree haber observado también que su mujer vive solo en el aquí y el ahora y que
ya no quiere tomar decisiones a largo plazo. «¿Te gustaría celebrar conmigo nuestras bodas de oro
dentro de tres años?», le preguntó hace poco, cuando el doctor Birbaumer
y sus ayudantes volvieron a pasarse por su casa. Su respuesta fue un no
rotundo. Pero la negativa no afectó a su marido. «Ya no le ve sentido a acontecimientos lejanos»,
cree. Eso sí, su esposo piensa repetirle la pregunta dentro de dos años.
Leer
la mente
Niels
Birbaumer ha descubierto cómo leer los impulsos que emite el cerebro cuando
pensamos en realizar una acción.
Stephen Hawking Padece ELA, pero aún puede comunicarse
con un sensor en su mejilla, un
conmutador infrarrojo en sus gafas y un complejo sistema de texto predictivo en
su ordenador.
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