Una propuesta para orientar a aquellos que
acompañan a los enfermos en su etapa final de vida.
1. TRÁTAME COMO UN SER HUMANO HASTA EL MOMENTO DE MI MUERTE
Este punto es la base, es la forma de
aproximarnos a quien está vulnerable en sus momentos finales de vida.
Aunque por la condición de salud física se
evidencia la limitación, la disminución en las capacidades y la dependencia de
los demás, la persona
enferma no tiene menos valor.
No es menos y su dignidad permanece intacta, pues esta radica en que
sigue siendo un ser humano no solo en su realidad física y biológica, sino
también en la psicológica y espiritual.
2. PERMÍTEME EXPRESAR MIS PROPIOS SENTIMIENTOS Y EMOCIONES CON RESPECTO
A LA MUERTE
Con frecuencia sucede que el tema de la muerte no se menciona al
enfermo. Es algo que no se conversa, pues se cree que es algo malo,
negativo, que da miedo, que será motivo de mayor sufrimiento. Y que puede
incluso, traer depresión o mucha tristeza.
Y es así como la persona tiene que callar y guardarse sus ideas, sus
expectativas, temores, deseos, etc. ¡Cuánto desearía esta persona
ser escuchada, comprendida y así acompañada en su experiencia!
3. PERMÍTEME PARTICIPAR, HASTA DONDE YO PUEDA, EN LAS DECISIONES QUE
INCUMBAN MIS CUIDADOS
Dada esta dignidad y valor, esta persona
cuenta hasta el último momento. La libertad humana no es solo un derecho, sino un don de nuestra propia
naturaleza.
Ser libres no es solo la capacidad de «hacer lo que quiera», además poder tomar decisiones sin condicionamientos, tras la
consciencia de la realidad.
Por ejemplo, saber que ante la enfermedad
ya no hay oportunidades de tratamientos curativos. Ayudar a una persona en momentos de fragilidad es
permitirle expresar cuáles son sus preferencias de cuidados, cómo desearía
vivir el tiempo que haya por delante.
No se trata como suele suceder que otros eligen por ellos, ya sean los médicos o la familia. Que con buena intención de ayudar
terminan asumiendo las opiniones y los deseos del enfermo. Muchas de ellas sin estar en la
misma sintonía de lo que hubiera sido el parecer del paciente.
4. NO ME DEJEN MORIR SOLO, SIN MIS SERES QUERIDOS
Uno de los escenarios ideales para una muerte en paz y tranquila es
aquel que permite la cercanía de la familia, los seres más queridos.
Ciertamente esto alivia muchos de los
sufrimientos propios de la enfermedad, como puede ser el sentirse solo,
angustiado o con muchas incertidumbres.
No es lo mismo caminar por senderos
complejos solos que en compañía de quienes nos pueden alivianar las cargas.
Aunque sucede, la muerte en cuartos de hospitales o en cuidados
intensivos no siempre es lo deseable, dada la limitación de que esta
persona pueda estar más rodeada de sus seres más cercanos.
5. RESPONDAN MIS PREGUNTAS CON SINCERIDAD, NO ME ENGAÑEN
Se cree que no contar toda la verdad con respecto a la enfermedad y el
pronóstico puede evitar sufrimiento. Pero con la pretensión de ayudar de esta manera, se puede
ocasionar mayor dolor.
Pues las personas van sintiendo que las condiciones de salud no mejoran
y se frustran porque no entienden todo lo que está pasando.
La verdad, aunque puede ser difícil de
asimilar en ocasiones, siempre va a ser un paso para ser más libres. La mentira o simplemente el
hecho de ocultar, finalmente trae mayor dolor.
6. RESPETEN MI INDIVIDUALIDAD Y NO ME JUZGUEN POR MIS PENSAMIENTOS O
DECISIONES
Ciertamente no todos pensamos igual, no todos
hemos tenido las mismas historias de vida, las mismas perspectivas, y estas
diferencias no siempre son malas.
Hay aspectos que son objetivos y cada uno
no puede elaborar su propia verdad. Pero en esta etapa de la vida es importante considerar la
individualidad y mostrar respeto por los deseos, expectativas y preferencias de
cómo vivir este tramo final de la vida.
7. QUE LAS PERSONAS QUE ME CUIDEN SEAN PERSONAS CAPACES Y SENSIBLES
Que su vocación sea la de ayudar a las personas a afrontar la muerte. No solo es necesaria la ciencia y los conocimientos para cuidar en
estos momentos.
Se necesitan valores como la compasión, la capacidad de servicio, el
sacrificio, el poder comprender el sufrimiento del otro y ser capaces de
acompañar y escuchar.
8. QUE QUIEN ME CUIDE AL FINAL DE MI VIDA, LO HAGA COMO LE GUSTARÍA QUE
LO CUIDEN A ÉL CUANDO LLEGUE SU MOMENTO
La medida es el amor, bajo la máxima de tratar al
otro como quisiera ser tratado yo. Amar como quisiera ser yo amado, entregar
con mucha generosidad.
Este puede ser un buen criterio para
discernir cómo obrar, con la medida del amor misericordioso.
9. QUE NO PRECIPITEN DELIBERADAMENTE MI MUERTE, PERO QUE TAMPOCO LA
PROLONGUEN INNECESARIAMENTE
Que me ayuden a no sufrir mientras llega la muerte.
Una de las premisas de los cuidados paliativos es que reafirman el valor de la
vida y respetan el ciclo natural de la vida y la muerte.
Su práctica se distancia de lo que se
conoce como eutanasia, que es acelerar la muerte y la obstinación terapéutica
que es tratar de prolongar la vida a costa de mayor sufrimiento.
Quienes cuidan y acompañan han de
comprender que cualquiera de estas dos posturas, que se alejan de la naturaleza
de la vida, traen mayor
sufrimiento.
Y de lo que se trata es de ofrecer alivio al dolor y al sufrimiento, no que por buscar erradicarlo se termine justificando cualquier
medio.
10. QUE ATIENDAN A MIS SERES QUERIDOS DESPUÉS DE MI MUERTE PARA ALIVIAR
SU PENA
Uno de los aspectos valiosos de la medicina
paliativa, es que ofrece
alivio del sufrimiento también a las personas cercanas al enfermo, como lo son
sus familiares y sus cuidadores.
Esto se realiza mientras la persona enferma
está con vida y luego de su muerte se sigue velando porque la experiencia de
duelo sea llevadera.
No quiere decir que no vayan a sufrir o sentir dolor, pero sí que sea
menos tortuosa y la puedan afrontar con mayor fortaleza y esperanza.
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