En
los últimos años, nuevos estudios nos han dado una mayor comprensión de la
relación entre lo que ganamos y cómo nos sentimos. Los economistas han
estudiado el vínculo entre los ingresos y la felicidad en los países, mientras
los psicólogos han indagado por qué el dinero nos mueve de cierta forma.
Los resultados tal vez parezcan obvios a primera vista: sí, las
personas con ingresos más altos son, en general, más felices que los que luchan
para sobrevivir.
No obstante, al analizar los hallazgos detenidamente, resultan más sorprendentes y
mucho más útiles.
En pocas palabras, las últimas investigaciones indican que la riqueza por sí
sola no ofrece ninguna garantía de una buena vida. Mucho más importante
que un ingreso alto es cómo se gasta. Por ejemplo, regalar dinero genera mucha más felicidad en las
personas que derrocharlo en sí mismos. Y cuando lo gastan, las personas
son mucho más felices cuando lo usan para experiencias como viajes que para
adquirir bienes materiales.
A continuación, lo que dicen las últimas investigaciones sobre cómo la gente puede
emplear su dinero de
forma más inteligente y maximizar su felicidad.
Las experiencias valen más de lo que uno piensa
Numerosos estudios en los últimos 10 años han demostrado que las
experiencias de la vida nos dan un placer más duradero que las cosas materiales
y, sin embargo la gente prioriza los bienes tangibles.
Un profesor de psicología en la Universidad Estatal de
San Francisco, se dispuso a resolver este enigma. En un estudio publicado este
año, halló que la gente
piensa que las compras materiales ofrecen un mejor valor porque las
experiencias son efímeras y los bienes duran más. Por lo tanto, si bien
de vez en cuando gastan en grandes vacaciones o entradas para conciertos,
cuando son más cuidadosos con el dinero se quedan con los bienes materiales.
Sin embargo, halló que
cuando la gente recordaba las compras que había hecho, se daba cuenta de que
las experiencias proporcionaban más felicidad y un valor más duradero.
Un profesor de psicología de la Universidad de Cornell,
ha llegado a conclusiones similares.
“Las
personas a menudo hacen un cálculo racional: tengo una cantidad limitada de
dinero y puedo ir allí o puedo tener esto”, explica. “Si voy allí, será genial, pero
acabará enseguida. Si compro esta cosa, al menos siempre la tendré.
Objetivamente eso es verdad, pero no psicológicamente. Nosotros nos adaptamos a nuestros bienes
materiales”.
Este proceso de “adaptación hedónica” es lo que dificulta tanto la
compra de felicidad mediante cosas materiales. Las experiencias, en
cambio, suelen satisfacer nuestras necesidades subyacentes, señala el experto.
Muchas
veces, las experiencias se comparten con otras personas, lo que nos da un mayor
sentido de conexión, y forman una parte más amplia de nuestro sentido de
identidad. Algo crucial es que no solemos comparar nuestras experiencias
con las de otras personas, como sí lo hacemos con las cosas materiales, agrega.
Además, la gente obtiene
más placer a la espera de experiencias que de compras materiales, que parecen
causar impaciencia.
No se adapte a lo que compra
Una
de las principales razones por la que tener más cosas no siempre nos vuelve más
felices es que nos adaptamos a ellas.
“Los seres humanos son excepcionalmente buenos al
acostumbrarse a cambios en sus vidas, especialmente a cambios positivos”, dice una
profesora de psicología de la Universidad de California en Riverside. “Si sus ingresos aumentan, les da
un estímulo, pero luego sus aspiraciones también aumentan (...) Tratar de
prevenir eso o frenarlo es un gran desafío”.
Un método que puede funcionar, afirma, es mantener un sentido de
apreciación y gratitud por lo que uno tiene, ya que el proceso de adaptación
proviene de dar por sentado lo que uno posee. La variedad, la novedad o
la sorpresa también pueden ayudar a disfrutar más las posesiones. “Cuando las cosas no cambian,
ahí es cuando uno se adapta a ellas”, asevera. Intente compartir sus
objetos con otras personas y abra sus puertas a nuevas experiencias,
recomienda.
Trate de regalarlo
La
paradoja del dinero es que, si bien ganar más tiende a mejorar su bienestar,
nos hace más felices regalarlo que gastarlo nosotros mismos.
Ese fue el hallazgo de una serie de estudios realizados
por una profesora adjunta de psicología de la Universidad de Columbia Británica
y autora del libro Happy Money (algo así como Dinero feliz).
Empezó
dando dinero a estudiantes en el campus, diciéndoles a unos que lo gastaran
ellos mismos y a otros que compraran cosas para otra persona. Estos últimos
fueron mucho más felices.
Se ha repetido el experimento en otros países y también
amplió el estudio para
evaluar si la gente seguía siendo más feliz regalando su propio dinero. Descubrió que en países tan
diversos como Canadá, Sudáfrica y Uganda, obsequiar dinero consistentemente
producía más felicidad, incluso cuando las personas eran relativamente
pobres.
Lo
que afecta la felicidad no es tanto la cantidad de dinero que se da, sino el
impacto que uno percibe de la donación. Si ve que su dinero marca la
diferencia en la vida de alguien más, lo hará feliz incluso si la cantidad que
dio es baja.
Asegúrese de comprar tiempo
También
es importante considerar la forma en que sus compras afectarán cómo pasa su
tiempo. “Use el
dinero para comprar un mejor tiempo”, dice el experto. “No compre un
auto ligeramente más elegante para tener asientos con calefacción durante un
viaje de dos horas al trabajo. Compre un lugar cerca del trabajo, así puede usar la última hora de sol para patear un balón
en el parque con sus hijos”. Otra forma de comprar tiempo es tercerizar tareas que no le gustan,
agrega.
El
dinero trae felicidad sólo hasta cierto punto
Los
investigadores dividen la felicidad en dos componentes. El primero es
“evaluativo” y se define como el “sentimiento de que su vida es buena,
está satisfecho con su vida, está progresando hacia sus metas” El otro es “afectivo”, que mide con qué la frecuencia uno siente
emociones positivas como la alegría, el cariño y la tranquilidad,
comparado con emociones negativas, dice la especialista.
Expertos de la Universidad de Princeton descubrieron que
cuando analizaron mediciones afectivas, la felicidad no aumentaba después de que una familia
alcanzaba un ingreso anual de aproximadamente US$75.000. No obstante,
notaron un consistente aumento de satisfacción general con su vida.
La conclusión es que cuando uno
no tiene mucho dinero, una pequeña suma adicional puede hacer una gran
diferencia, debido a que hay más necesidades esenciales que cubrir. Pero a
medida que uno acumula riqueza, se vuelve más difícil seguir “comprando” más
felicidad.
No se descontrole
Finalmente, los investigadores concuerdan en que
gastar más de lo que uno puede pagar conduce a la miseria. Ocuparse de
sus necesidades básicas y alcanzar un nivel de seguridad financiera es
importante.
Si bien las investigaciones muestran que las experiencias de vida generan
más felicidad que los bienes materiales, la gente debería, obviamente, comprar
primero las cosas esenciales.
En tanto, algunos estudios han demostrado que
la deuda tiene un efecto perjudicial sobre la felicidad, mientras
que los ahorros y la seguridad financiera suelen aumentarla. “Desde el punto de
vista de la felicidad, es más importante reducir la
deuda que acumular ahorros”
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