Un sabio, cierta tarde, llegó a la
ciudad de Akbar.
La
gente no dio mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población.
Incluso
después de algún tiempo llegó
a ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad.
Un
día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo.
En
vez de fingir que los
ignoraba, el sabio
se acercó a ellos y los bendijo.
Uno
de los hombres comentó: – “¿Es
posible que, además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted
nos responde con bellas palabras!”.
“Cada uno de nosotros sólo puede
ofrecer lo que tiene” -fue la respuesta del sabio-.
Reflexión:
Somos un reflejo de nuestro ser, no se puede dar lo que no se tiene y menos comprender lo que somos incapaces de ser.
El
ser humano que no posee nada bueno para darse a si mismo tampoco tendra nada para ofrecer
a los demas, se empieza por nosotros.
Ser
o parecer ahí radica la gran diferencia, el ser humano que no es consecuente comete el grave error
de ser incoherente.
Somos un reflejo de nuestro ser, no se puede dar lo que no se tiene y menos comprender lo que somos incapaces de ser.
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