Dice la parábola que un
discípulo llegó en camello a visitar a su maestro, desmontó y entró a
saludarlo.
Entró en el templo, hizo una reverencia y dijo:
"Confío tanto en
Dios que dejé suelto mi camello ahí afuera.
Él es bueno y soy un convencido de que Dios protege los intereses de aquellos que le aman".
El maestro alzó la voz y recriminó a ese discípulo insensato con
estas palabras:
"Corre, tonto, y ata
tu camello, porque Dios no puede ocuparse de lo que tú mismo puedes
hacer".
Bueno, esta parábola puede sonar disparatada, pero a diario se refleja en la fe ingenua y
cómoda de muchos.
Una fe en la que piden a
Dios una vida sin adversidades, un
paraíso sin penas y un amor sin crisis.
Olvidan que nadie
viene al mundo sin cruz y que a nadie le dan más peso del que puede
soportar.
Lleva tu carga con amor y
no evadas responsabilidades con una falsa fe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios