Amado
Dios, lo que hay en mi vida, a pesar de las crisis y las vicisitudes, es una
cascada, mejor una catarata de regalos.
Innumerables
bendiciones y dones, comenzando por la vida, de la que
solo tengo el presente, y un presente es un don para valorar.
Es
mucho más lo que puedo que lo que no puedo: puedo
respirar, amar, pensar, sentir, crear, recordar, imaginar, comer y digerir,
andar.
Gracias amado Dios, puedo meditar, orar, bendecir, besar, acariciar,
abrazar, sentir placer con el sexo, viajar, conocer, aprender.
Sí, gracias, Padre de amor, porque puedo jugar, trabajar,
servir, disfrutar las artes o crearlas, danzar, divertirme y entretener a
otros.
Puedo
dormir, rascarme, vestirme, alimentarme, leer, escribir, ver, escuchar, olfatear, tocar,
gustar.
En fin, mi Señor, hay más, pero hoy quiero ser consciente
de que, si valoro todo, soy capaz de asumir en paz y con amor lo que sea.
Eso me enseñan millones de enfermos graves,
lisiados, ciegos, sordos, amputados, pobres, y tantos que, golpeados por un mal, no sucumben y aceptan
todo serenos.
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