Contigo me siento seguro, Padre amoroso
y la fe que en ti tengo aleja o diluye los temores y las dudas.
Sé que
siempre me acompañas y me proteges con tu infinito poder y tu gran amor.
Sé que debo cuidarme, apartarme del mal
y no andar por senderos torcidos.
Y es
que tu amoroso cuidado no me exime de ser el responsable de mi vida, de actuar
bien y no hacer el mal.
Me proteges de todo peligro en la
tierra, en el aire y en el mar, sentado o caminando, en mi casa o fuera de
ella.
Me
cuidas como el Pastor que está vigilante con sus ovejas, como el pájaro que no
se aparta del nido donde están sus crías. Eres mi refugio y mi baluarte.
Como lo
dijo Jesús, no debo estar inquieto por las cosas materiales porque tú eres un
Padre que alimenta a las aves y cuida de los lirios del campo. Lucas 12, 22-32.
Lo que debo hacer es “Buscar primero el
Reino de Dios y las demás cosas llegarán por añadidura”.
Gracias
Padre por estar de mi parte y velar por mí, eres mi fuente de paz y mi luz
radiante. Te amo y siempre
te amaré.
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