Dormir menos, olvidar nombres o tener
dificultad con nuevas tecnologías no son signos de enfermedad.
Tener
mala memoria generalmente lo consideramos normal cuando envejecemos.
De un momento a otro, usted empezó a
cargar pastillas para todos lados: a sus viajes de recreo, a su oficina o para
sus salidas fuera de casa. Desde hace algunos años siente o tiene la impresión
de que es un analfabeta en lo que se refiere a aparatos y herramientas
tecnológicos, incluso para actividades cotidianas o de trabajo. También ha
empezado a leer de lejos.
Estas
señales y síntomas de la vida cotidiana, sutiles en algunos casos, aunque no son enfermedades sí son un
claro indicador de que los años de juventud quedaron atrás.
Recitar
los nombres de toda la familia antes de dar con el de la persona que realmente
quiere uno citar, tener dificultades para dormir o cambios en la percepción de
frío y calor son, aunque muchos no lo crean, otros signos de la entrada a la tercera etapa de la vida.
Uno de los más dicientes se da con la
calidad de la visión.
Es
común que la gente a estas edades de repente empiece a ver borroso o más oscuro
que antes. Esto obedece a un cambio físico irreversible: los ojos, que al
comienzo de la vida son completamente transparentes, se solidifican a medida que pasan los años, como
una clara de huevo frito. En consecuencia, dejan pasar menos luz cada vez, hasta formar
cataratas.
Aunque
se trata de cambios progresivos e inevitables, su severidad varía de una
persona a otra.
De hecho, algunas investigaciones le
han apuntado a tratar de establecer por qué cierta gente envejece más rápido
que otra.
Una
de ellas, de la Escuela Universitaria de Medicina de Duke (Estados Unidos),
analizó algunos de los principales factores biológicos que intervienen en el
proceso de envejecimiento, como
el colesterol, el índice de masa corporal, la presión sanguínea y los sistemas
metabólico e inmunitario. Otra investigación publicada en Proceedings of
the National Academy of Sciences (PNAS), encontró que, además de lo biológico, hechos como estudiar y
tener una vida social activa ayudan a desafiar al cerebro y a mantenerlo
más vital, lo cual también se refleja en el aspecto físico.
Las siguientes son 10 señales que
indican que uno está envejeciendo:
1. Dormir mal y roncar
Con el paso de los años tenemos más
dificultad para dormir y es frecuente despertarnos en la noche y volvernos más
madrugadores. Esto se debe a que, en la edad adulta, nuestro sueño profundo
dura menos y hay necesidad de levantarnos al baño un mayor número de veces. Al día siguiente, el
cansancio nos lleva a tomar siestas en la tarde, aumentando la posibilidad de
desvelarnos. Las probabilidades de roncar también suben: con la edad, nuestros
tejidos son más flexibles, lo cual hace que el aire que pasa a través de ellos
sea más ruidoso; además, nuestra capacidad torácica es menor.
2. Olvidar nombres
Tener mala memoria generalmente lo
consideramos normal cuando envejecemos. Aprender cosas en esta etapa de la vida
puede tomarnos más tiempo que antes y la información de la cotidianidad se
puede bloquear.
Por ejemplo, algunos podemos tardar un buen rato en recordar dónde están las
llaves de la casa o del carro, o el lugar donde dejamos las gafas. Hasta ahí no
sería asunto grave.
3. Se daña el termostato
Para
nuestro cuerpo cada vez es más difícil controlar su propia temperatura. Esto
ocurre porque tenemos menos grasa debajo de la piel capaz de retener el calor
corporal. Por eso es común
que veamos a algunas personas mayores abrigadas constantemente, a cualquier
hora del día. Como si fuera poco, nuestra capacidad para transpirar
disminuye y así se nos vuelve también difícil medir cuándo hay demasiado calor.
4. Jorobados y adoloridos
Cuando
envejecemos, el tronco se acorta porque los discos vertebrales pierden líquido
y se hacen más delgados. Por la pérdida de mineral en las vértebras, la columna
se nos vuelve curva y apretada. A esto le sumamos que los arcos de nuestros
pies se tornan menos pronunciados, y el cartílago de las articulaciones se
desgasta. Nuestras fibras musculares se encogen y es lento el reemplazo de
tejido muscular, hay menos tonificación y más rigidez. Como el sistema nervioso también nos cambia y
dejamos de tener buenos reflejos, ya no nos movemos de manera ágil y segura.
Esto nos puede causar inflamación, dolor, rigidez y deformidades.
5. Se pierde gustico por comer
La
disminución de necesidades físicas y apetito se presentan también con el paso
del tiempo. En ciertos casos hasta nos puede cambiar la percepción de los
sabores y olores, lo cual, a veces, es efecto secundario de algunos
medicamentos. Eso sin contar con que, cuando hemos sufrido pérdidas de algunas
piezas dentales, aun teniendo prótesis, la facilidad para masticar algunos
alimentos se dificulta y muchos optan por sopas o comidas fáciles de pasar.
6. Pérdida de peso
Se
estima que después de los 55 años en los hombres se detiene la ganancia de peso
y la tendencia se invierte, adelgazando con mayor facilidad; esto puede
relacionarse con una disminución de la testosterona (hormona sexual masculina).
En el caso de las mujeres, el aumento se da hasta los 65 años y luego comienza
el descenso. La pérdida de
peso en adultos de ambos sexos se produce en parte porque la grasa reemplaza al
tejido muscular magro, y la grasa pesa menos que el músculo. Los hábitos
alimentarios y de actividad física también tienen impacto en este tema.
7. Cargar pastillas a toda hora
Es
una de las señales más importantes de la vejez y no tiene que ver
necesariamente con males graves, pero sí crónicos; por ejemplo, pastillas para controlar la tiroides,
el colesterol o la presión arterial. Otro caso: la hipertensión arterial
y la hipotensión ortostática son más comunes en el adulto mayor. Tomar medicinas para la presión
arterial es algo que se debe estar controlando permanentemente con el médico,
porque tomar demasiadas puede provocar presión arterial baja y causar otros
problemas.
8. Pelear con la tecnología
Si
siente que hijos, sobrinos e incluso compañeros de trabajo manejan la
tecnología mejor que usted, sepa que con el paso de los años su habilidad
tecnológica se reduce. Según una encuesta hecha en Argentina a los 36 años arranca la ‘vejez
digital’. Asegura que, al parecer, los menores de esa edad usan los teléfonos inteligentes
como minicomputadoras, y los mayores sólo como teléfonos. Tiene gran
impacto la época cultural de cada generación, y muchos adultos renunciamos a
aprender cosas que consideramos poco importantes.
9. Un oído no tan eficiente
El
equilibrio se controla en el oído interno, pero con la edad las estructuras de
este cambian y su función es menos eficiente. En consecuencia, es fácil, por un lado, perder el
equilibrio y no escuchar algunas conversaciones como antes, más si se está en
un ambiente ruidoso. La acumulación de cera en los oídos, conocida como
el ‘tapón de cerumen’, también puede causar dificultad para oír y es común en
la tercera edad.
10. Leer de lejos
Las estructuras de
nuestros ojos cambian. El lente natural, el cristalino, pierde elasticidad y la
capacidad de abombarse o de aplanarse para enfocar. Después de los 40 se va
aplanando, lo cual provoca que los rayos de luz converjan más allá de la retina.
Nos resulta más fácil ver de lejos y los objetos cercanos nos parecen borrosos.
A eso se le conoce como presbicia y es el responsable de que estiremos más el
brazo para ver en detalle algún objeto. Al llegar a los 60, las pupilas pueden disminuir un
tercio del tamaño y se vuelven más lentas para reaccionar a los estímulos de
luz y oscuridad; por eso nos puede ser difícil adaptarnos a los
resplandores.
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