La
razón y la fe colaboran a la hora de mostrarle el bien al hombre, con tal que
lo quiera ver; la ley natural, en la que brilla la Razón creadora, indica la
grandeza del hombre, pero también su miseria, cuando desconoce el reclamo de la
verdad moral.
El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre... El desarrollo debe abarcar, además de un progreso material, uno espiritual, porque el hombre es «uno en cuerpo y alma», nacido del amor creador de Dios y destinado a vivir eternamente.
El ser humano se desarrolla cuando crece espiritualmente, cuando su alma se conoce a sí misma y la verdad que Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo y con su Creador.
Una
sociedad del bienestar, materialmente desarrollada, pero que oprime el alma, no
está en sí misma bien orientada hacia un auténtico desarrollo.
Las nuevas formas de esclavitud, como la
droga, y la desesperación en la que caen tantas personas, tienen una
explicación no sólo sociológica o psicológica, sino esencialmente espiritual.
El vacío en que el alma se siente abandonada, contando incluso con numerosas
terapias para el cuerpo y para la psique, hace sufrir.
No
hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral
de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo.
El
humanismo cristiano es la más fuerza más poderosa al servicio del desarrollo
Sin
Dios el hombre no sabe adonde ir ni tampoco logra entender quién es.
«Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). «Yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20).
La fuerza más poderosa al servicio del
desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje
guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios.
El desarrollo necesita cristianos con los
brazos levantados hacia Dios en oración, conscientes de que el amor lleno de verdad del que
procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo
sino un don.
Es
indispensable transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne», y
hacer así la vida terrena más digna del hombre.
El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre... El desarrollo debe abarcar, además de un progreso material, uno espiritual, porque el hombre es «uno en cuerpo y alma», nacido del amor creador de Dios y destinado a vivir eternamente.
El ser humano se desarrolla cuando crece espiritualmente, cuando su alma se conoce a sí misma y la verdad que Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo y con su Creador.
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