Un paisa entró en Europa a un monasterio de total silencio y el abad le dijo: Solo puede decir en el comedor dos palabras cada dos años.
El primer año exclamó: Comida mala .
A los dos se quejó así: Cama dura .
A los seis años afirmó: Me voy .
Cuando se fue, el abad les dijo a los demás monjes: Siquiera se marchó porque nos tenía mamados con su cantaleta.
Para algunos es raro o inútil que ciertos monjes católicos o budistas lleven una vida de clausura y mucho silencio.
Ellos se consagran a meditar, trabajar, estudiar, y en el silencio hallan serenidad, sabiduría y paz interior.
Así invitan a la humanidad a tomar conciencia de que se está mejor lejos del estruendo, el vértigo y el frenesí consumista de la ciudad.
Jesús iba a lugares solitarios y
silenciosos para orar, y le gustaba meditar junto al lago de Tiberíades o en lo
alto de una colina.
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