Parece
una pena tener que envejecer y morir, pero evidentemente es inevitable. Los
organismos como el nuestro están efectivamente diseñados para envejecer y
morir, porque nuestras células están "programadas" por sus genes para
que vayan experimentando gradualmente esos cambios que denominamos envejecer.
¿Qué
propósito puede tener el envejecimiento? ¿Puede ser beneficioso?
Veamos. La propiedad más sorprendente de la vida, dejando aparte su propia
existencia, es su versatilidad. Hay criaturas vivientes en la tierra, en
el mar y en el aire, en los géiseres, en los desiertos, en los desiertos, en la
jungla, en los desiertos polares... en todas partes. Incluso es posible inventar un medio
corno los que creemos que existen en Marte o en Júpiter y encontrar
formas elementales de vida que lograrían sobrevivir en esas condiciones.
Para conseguir esa versatilidad tienen que producirse constantes cambios en
las combinaciones de genes y en su propia naturaleza.
Al
dividirse un organismo unicelular, cada una de las dos células hijas tiene los
mismos genes que la célula original. Si los genes se transmitieran como
copias perfectas, la naturaleza de la célula original jamás cambiaría por mucho
que se dividiera, y redividiera. Pero la copia no siempre es perfecta; de vez en cuando hay cambios
fortuitos ("mutaciones"), de modo que de una misma célula van
surgiendo poco a poco distintas razas, variedades y, finalmente, especies
("evolución").
Algunas
de estas especies se desenvuelven mucho mejor, en un medio dado que
otras, y así es como las distintas especies van llenando los diversos nichos
ecológicos de la Tierra.
Hay veces que los organismos unicelulares intercambian
entre sí porciones de cromosomas. Esta primitiva versión del sexo origina
cambios de las combinaciones de genes, acelerando aún más los cambios
evolutivos. En los
animales pluricelulares fue adquiriendo cada vez más importancia la
reproducción sexual, que implica la cooperación de dos organismos.
La constante producción de descendientes, cuyos genes son
una mezcla aleatoria de algunos del padre y otros de la madre, introdujo una variedad superior
a lo que permitían las mutaciones por sí solas.
Como resultado de ello se aceleró considerablemente el
ritmo de evolución; las distintas especies podías ahora extenderse más
fácilmente y con mayor
rapidez dentro de nuevos nichos ecológicos o adaptarse mejor a los ya
existentes a fin de explotarlos con mejor rendimiento.
Vemos, pues, que la clave de todo esto fue la producción
de descendientes, con sus nuevas combinaciones de genes. Algunas de las nuevas
combinaciones eran seguramente muy deficientes, pero no durarían mucho.
De entre las nuevas combinaciones, las más útiles fueron
las que "llegaron a
la meta" y engrosaron la competencia. Pero para que este sistema
funcione bien es preciso que la vieja generación, con sus combinaciones
"no mejoradas" de genes, desaparezca de la escena. No cabe duda que los viejos
morirían tarde o temprano en accidente o debido al desgaste general de
la vida, pero es mucho más eficaz que el proceso venga acelerado por otro lado.
Aquellas
especies en las que las generaciones antiguas poseyeran células diseñadas para
envejecer serían mucho más eficientes a la hora de deshacerse de los
vejestorios y dejar el terreno expedito para los jóvenes.
De este modo evolucionarían más rápido y tendrían más
éxito. La desventaja de la longevidad está a la vista. Las sequoias y los pinos
están casi extinguidos. El longevo elefante no tiene ni de lejos el éxito de la
efímera rata; y lo mismo diríamos de la vetusta tortuga comparada con el
lagarto.
Para
bien de las especies (incluida la humana) lo mejor es que los viejos se mueran
para que los jóvenes puedan vivir.
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