Hay
varias clases de motivación con acentos en estas áreas: Mental, emocional y
espiritual.
Lo primero es controlar tu mente
y pensar positivamente de ti, de los demás, de tu trabajo y de la vida.
Para
eso te sirven charlas, talleres, lecturas, relajación, meditación y todo aquello que agiganta tu
energía y reaviva tu pasión.
La motivación va más allá de la
mente, debe llegar a la
emoción y a tus
afectos.
Es poderosa si se adentra en el
espacio mágico del amor.
Puedes hacer hasta lo imposible por los seres
que amas, movido por el
amor a ti mismo y por la compasión.
La motivación espiritual nace de
la constante sintonía con Dios, de una fe viva y una espiritualidad dinámica.
Es la
mejor, pero la menos
practicada aunque hay un
gran despertar espiritual.
Con Dios en tu interior ¿qué te
falta? Solo necesitas cuidar tu alma cada día, no de vez en cuando.
Con la energía espiritual ves y
haces milagros.
Para
los sabios indígenas Kogi, de la Sierra Nevada, el valor más importante es la armonía.
Según
ellos, es “vivir en yuluka”, es
decir en amorosa armonía con Dios, la Madre Tierra y con los demás.
Y esa armonía nace de vibrar en la
frecuencia de un amor que se refleja en todo lo que piensas, haces y sientes.
Para estar en armonía tienes que
alejarte del torbellino de una vida agitada, ruidosa y ambiciosa.
Elige saludar cada día
armonizándote con la meditación, afinando todo en ti así como se afinan
las cuerdas de un instrumento.
Necesitas sacar de tu interior todo lo que te causa desasosiego,
cualquier emoción venenosa como odio, culpa,
ira o miedo.
Medita y siente a Dios, vive
unido a Él y, entonces, podrás vivir en armonía con el distinto y el
distante.
Aumenta también tu amor a la
naturaleza, cuídala, ámala y no le hagas daño.
Eres parte de ella.
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