La
resiliencia es muy poderosa y crece si estás con Dios, tienes buenas
relaciones, y cultivas la paciencia y la persistencia.
Desde
pequeño te educan para ser fuerte ante lo adverso o para que unos adultos
protectores te saquen siempre del atolladero.
Ellos, en lugar de darte valor y herramientas
para superarte, te miran
como “pobrecito” y te resuelven todo.
Este
pésimo modo de educar suele ser más seguido por los abuelos que miman y
consienten en demasía.
Sin
resiliencia cualquier crisis te hunde, cuando con
fortaleza y fe puedes crecer con ella y aprender valiosas lecciones.
Un personaje como Víctor Frankl supo asumir las penalidades de
un campo de concentración porque era resiliente.
Y resilientes fueron Bach con su orfandad, Beethoven con su sordera
y Milton con su ceguera
en la etapa postrera de su vida.
Aunque así lo vea el pesimista, un mal llega para enseñar algo
y detrás de su feo empaque hay
un tesoro oculto.
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