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LA PAZ Y LA JUSTICIA SOCIAL SON INSEPARABLES



Se cree que todo tiempo pasado fue mejor, que los jóvenes se encuentran casi siempre equivocados y se considera que la verdad les pertenece.

Otros, se niegan a aceptar que su ciclo se cumplió. Odian a todos aquellos que no piensan o dicen lo que ellos quieren.

Se convierten en jefes de la oposición, no reflexionan jamás. Mienten descaradamente y se convencen de sus falacias.

Juegan con la vida de los demás, son, en esencia, generadores de violencia.

El país lo lideran los nacidos en los años cincuenta, aquellos que han conocido todas las formas de violencia.

Por fin se da la posibilidad de rechazar la condena a la soledad, de aportar. Es mucho trabajo por hacer.

La herencia de la que la historia escribirá no puede ser simplemente la de la guerra y la tierra arrasada.

También es una generación cuyos aportes intelectuales y de investigación han sido importantes en temas prioritarios del desarrollo económico y social.

Especialmente en la academia se han identificado todas las carencias y se han planteado soluciones en aspectos sustantivos como la salud y las crisis en los sectores agropecuario, educativo y cultural.

Desafortunadamente, hasta ahora lo propuesto no ha sido escuchado y las soluciones se encuentran en el limbo de los economistas del establecimiento.

Hasta ellos saben de la necesidad de reorientar los recursos existentes y no se les ocurre de dónde obtenerlos.

Por supuesto, no ven ni quieren ver que los ricos y los inversionistas no necesitan de los auxilios del Estado.

Las diferentes prebendas, exenciones, malas negociaciones en los contratos de inversión extranjera directa y el exceso de seguridad jurídica alcanzan cerca del 8 por ciento del Producto Interno Bruto, y estamos en mora de eliminarlos, por injustos e innecesarios.

El problema no es de plata, es de distribución del ingreso. Para generar nuevas demandas habrá que recuperar la capacidad de poder adquisitivo de las clases medias y proponer una reforma tributaria que grave a los más ricos y desgrave a los demás, liberando recursos para la educación y la cultura.

La restitución y legalización de tierras debe destrabarse desde lo legal. El Congreso, con gran participación de ‘parapolíticos’ y terratenientes, debe demostrar que no se encuentra dominado por ellos.

Son necesarias leyes que faciliten estos procesos, derogando muchas de las existentes para eliminar las trabas que se multiplican.

Ese es el inicio de la solución a los problemas del sector agrario.

En fin, son muchas las carencias. La solución implica un viraje en la manera de generar el desarrollo y un compromiso real con la justicia y la paz social, no de la defensa de los intereses de los privilegiados.

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