Este es un libro donde se examinan algunos
procedimientos y estrategias para la mejora de la satisfacción con la propia
vida.
La meta es ayudar a las personas a sentirse
más satisfechas con su vida.
La
“Tristeza maligna del cerebro” (depresión) es el factor interno más destructor
y el menos controlado de todos los factores que generan infelicidad. Es la gestora
de las emociones y por lo tanto de nuestra felicidad.
Sabemos
que el cerebro procesa las emociones de forma similar al que se utiliza para
procesar la visión, o procesar los movimientos voluntarios. Es decir a través
de los circuitos neurales. Una vez se establecen estos circuitos tienden a perpetuarse
automáticamente.
El
miedo se almacena de forma indeleble en nuestro cerebro. Reaccionamos de forma
instintiva ante esta emoción. Son muy difíciles de desprogramar los circuitos
del miedo. Una vez enchufada la emoción es difícil
desenchufarla mediante el pensamiento lógico. Por eso es tan difícil controlar nuestras emociones.
Las
emociones no son previsibles. El cerebro asocia un cambio
en la percepción corporal con la emoción que crea ese estado somático adquirido
a lo largo de nuestra vida y estas se utilizan instintivamente para tomar
decisiones diarias. Esto nos permite tomar decisiones de manera automática, sin
necesidad de pensar conscientemente.
El moderno “vendaval de la infelicidad” es la
depresión Es tal su impacto que puede tomarse como sustitutivo de la primera. Es
la mayor causa de incapacidad del mundo. Cuando nos invade la “tristeza maligna”,
que germina en lo más recóndito de nosotros mismos, conduce a la ansiedad y a
la desesperación. También hace que se le de primacía a los sentimientos sobre
la razón y otras veces interfiere las decisiones conscientes en los procesos
supuestamente automatizados de los humanos.
Al
definir la felicidad como emoción, como tal, es efímera.
El primero en llegar a la meta de la infelicidad será el que haya pretendido
ser feliz continuamente. Las
emociones no las vivimos de forma consciente. Debemos aprender a valorar
las emociones por encima de la consciencia.
La búsqueda de la felicidad, así como la
búsqueda del éxito, implica siempre un compromiso.
El cerebro necesita constantemente la
sensación de controlar la situación, de que todo tiene explicación, de que no
se le van de la mano los acontecimientos. La razón última de la infelicidad y
la depresión es perder el control.
El
cerebro hace modelos abstractos y casi perfectos que contrastan con la realidad
de la vida cotidiana. Es incapaz de guardar toda la
información necesaria para formarse una idea cabal de todos y cada uno de los
hechos que se originan en el exterior.
La simple pérdida de control puede explicar
determinados tipos de depresión melancólica o el suicidio.
Una hormona es una molécula pequeña que
provoca varios impactos transcendentales. Se trata de un mensajero químico que
va de una célula o un grupo de ellas. Los flujos hormonales no solo son
responsables del estrés sino que situaciones repetidas de estrés pueden
lesionar la región cerebral del hipocampo, especialmente implicado en los
procesos de la memoria y el aprendizaje. Los ghlucoiticoides son una hormona segregada por la
corteza de las glándulas suprarrenales en períodos de estrés, son factores
decisivos del proceso tóxico.
Los
factores externos no son los únicos que cuentan para lograr la felicidad.
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