Amarte a ti mismo es el único camino
que te lleva al amor a los otros y al mismo Dios.
Y amarte te pide no culparte sin
piedad, te pide aceptarte, quererte y valorarte en tu dignidad de hijo de Dios.
Para
amarte necesitas afirmar lo que eres y lo que puedes sin caer en la soberbia o la arrogancia.
Una
buena ayuda es repetir muchas veces: "Yo soy una creación perfecta de Dios y reconozco que poseo todas
las herramientas para ser feliz.
Tengo
la capacidad para expresar todos los dones que el Creador me dio, y dar siempre lo mejor de mí, en
todas mis labores y relaciones.
Me
abro a recibir lo mejor que los demás tienen para mí,
y toda la abundancia del Universo que Dios me ofrece.
Me propongo aprovechar con sabiduría,
todas las oportunidades para aprender a servir mejor.
Así
soy un ser de luz y puedo
convertirme en un instrumento más del gran concierto universal".
y toda la abundancia del Universo que Dios me ofrece.
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