¿Cuántas
veces durante mi infancia y adolescencia me taladraron el cerebro con aquello
de la media naranja? Infinitas veces: "No te sentirás completa hasta que
encuentres tu media naranja"; "Ah, lo que pasa es que fulanita no
encontró su media naranja"; "¿Esta es tu media naranja?"
¡Uf! Me
pasé buena parte de mi vida convencida de esto: Soy una persona incompleta que
necesita alguien que la complete. Una barbaridad.
Esta creencia nos llega de la Grecia antigua: la mitología
cuenta que hubo un tiempo en que los seres eran esféricos como naranjas; tenían
dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas que
utilizaban para desplazarse rodando.
Estos
seres podían ser de tres clases: uno, compuesto de hombre + hombre; otro, de
mujer + mujer; y un tercero (el andrógino) de hombre + mujer. Su vanidad
les llevó a enfrentarse a los dioses creyéndose semejantes a ellos. Zeus los
castigó partiéndolos por la mitad con el rayo; y mandó a Hermes para que a cada
uno le atara la carne sobrante en el vientre, formando el ombligo.
Zeus, compadecido por la raza humana, ordenó a Hermes que
les girase la cara hacia el mismo lado donde tenían el sexo: de este modo, cada
vez que uno de estos seres encontrara a su otra mitad, de esa unión obtendría
placer. Y desde entonces los seres humanos estamos condenados a buscar entre
nuestros semejantes a nuestra media naranja, con la que poder unirnos en
abrazos que nos hagan más completos.
Pero esto no es más que un mito; en realidad las medias
naranjas no existen, y Zeus nunca nos partió por la mitad. Lejos estamos de ser
incompletos.
Ninguna pareja funcionaría si lo que buscamos es que llenen
nuestro vacío, nuestra supuesta incompletud.
Pretender una media naranja conduce a estas actitudes, que
terminarán por dar por tierra con cualquier intento de tener una relación
madura:
• Las
exigencias, control, coacción, celos y actitudes posesivas.
• La falta de
respeto reiterada y los desprecios mutuos.
• La
manipulación y los chantajes emocionales.
• Descalificaciones
y agresiones mutuas.
• Acusaciones, reproches y palabras
hirientes.
• Callar y
tragarse las cosas que molestan, o gritar y acusar al otro.
• Juegos de
poder, incluidos silencios e ignorar al compañero/a.
• Ceder o
imponerse por sistema.
• La
incomunicación y falta de intimidad afectiva y/o sexual.
• Negar la
intimidad sexual como castigo e instrumento de poder.
• Aceptar
tener relaciones sexuales para acallar o superar conflictos.
• Proyectar lo
que no aceptamos de nosotros (la sombra) en el otro, es decir "ver la paja
en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio".
• Intolerancia
y rigidez.
• Infidelidades.
• Falta de límites generacionales con
padres e hijos: anteponer hijos o la familia de origen a la pareja.
• Actitudes de
vivir por y para el otro: funcionar como satélite.
• Exceso de
expectativas o expectativas muy idealizadas.
• Creer que la
relación lo es TODO y que el otro tiene que hacerse cargo de uno.
• Hacer del
compañero/a la única fuente de gratificación.
• Tratar de
cambiar al otro para que sea como creemos que debe ser.
• La dependencia emocional: creerse el
mito de las medias naranjas.
Yo no
quiero medio amor, ni media pareja, ni media atención, ni medio tiempo.
Prefiero
ir a la par. Uno para el otro el otro para
uno.
Cada uno
entero los dos una pareja de DOS, hasta la muerte unidos
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